Vínculo entre madres e hijas: cómo evitar una relación absorbente
La relación entre madres e hijas atraviesa distintas etapas. Mientras que la unión suele ser más fuerte durante la infancia, la adolescencia plantea nuevos conflictos. En cualquier caso, la calidad del vínculo depende de la capacidad que la madre tiene de respetar el espacio de su hija para crecer en libertad y autenticidad. Y es que, cuando el posicionamiento que la madre adopta en el vínculo con su hija se convierte en una fusión a través de la identificación o en una carga por medio de las altas expectativas, puede caer en el límite de una relación absorbente.
Una relación absorbente entre madre e hija es aquella en la que la hija se siente como si tuviese que ser permanentemente una chica buena que no debe defraudar a la familia. Existe un elevado control en torno a qué hace, con quién se relaciona, cuáles son sus ideas y cuáles son sus proyectos. Una relación absorbente entre madre e hija es más asfixiante para esta última cuando se adentra en la adolescencia, en la juventud y en la madurez.
Es decir, conforme crece su nivel de madurez y autonomía es más consciente de las cadenas que le condicionan. Sin embargo, una relación absorbente también reduce notablemente el espacio vital y emocional de la madre desde el nacimiento del bebé. De una forma lógica y natural, su mundo gira principalmente alrededor del cuidado y acompañamiento. Sin embargo, en su interior ya ha visualizado un futuro en común que parece predeterminado por lo que ella espera. De este modo, la hija y su historia de vida parece llenar un vacío inmenso en el interior de aquella madre que se percibe a sí misma a través de la niña (y las distintas etapas que están por llegar). ¿Cómo evitar que el vínculo entre madre e hija se transforme en una relación absorbente?
1. Desarrollo personal holístico: cultivar otras facetas más allá de la maternidad
Cuando el espacio vital de la madre gira principalmente alrededor de su hija, y ha abandonado otras esferas que antes eran importantes, surge un desequilibrio. Pero es posible recuperar espacios personales de amistad, formación, tiempo libre, desarrollo profesional…
2. Romper patrones y dinámicas repetidas en la familia
La maternidad se contextualiza en un entorno familiar en el que la madre puede mirarse a sí misma a través del espejo de otras referencias de su familia. Esas referencias han podido condicionarle hasta tener la certeza de que no quiere repetir errores que cometieron con ella durante la infancia. Pero también puede irse al extremo opuesto en una situación determinada para buscar la perfección. Es importante romper patrones y dinámicas establecidas cuando incrementan el riesgo de una relación absorbente. Sin embargo, la clave en muchas de las decisiones que adoptan madres y padres con sus hijos reside, con bastante frecuencia, en el equilibrio.
3. La hija no ha venido al mundo para ser la salvadora de su madre
Una relación positiva entre madre e hija aporta bienestar, alegría y crecimiento. La hija no debe ser tratada como si fuese la salvadora a nivel emocional de su madre. Depositar ese peso sobre ella, incluso cuando se trata de una hija muy querida y esperada, supone una carga excesiva para ella. Y es que, la hija tiene derecho a escribir su historia de vida, cometer sus errores y sentirse querida por sí misma (y no por lo que se espera de ella).
4. Crea un proyecto de vida de futuro en el que hagas espacio a objetivos y deseos importantes
Tu proyecto de vida a largo plazo es más rico cuando contempla aspectos que son relevantes para ti como persona. Es decir, crea tu lista de objetivos y deseos para darles forma de manera gradual.
Una relación sana entre madre e hija es aquella que se aleja de un vínculo absorbente centrado en el control. Por este motivo, es esencial evitar la fusión y celebrar la diferenciación.
Comentarios cerrados