Abrigar al bebé sin que pase frío ni calor (I)
A veces resulta extremadamente complicado conseguir saber si nuestro bebé siente frío o calor, si la temperatura ambiental es la adecuada o si nos hemos pasado poniéndole capas de ropa por miedo a que nos pille un catarro. Lo primero que debemos pensar es que durante los nueve meses de la gestación nuestro pequeñín ha estado disfrutando de una temperatura constante y privilegiada de unos 36 grados. Calidez que se rompe en el momento del parto cuando se tiene que enfrentar a los 24 grados del mundo exterior. Ahí empieza la primera inclemencia para las muchas que le vendrán en el futuro.
La pérdida de temperatura es, por lo tanto, un choque tremendo que se intenta regular poniendo al bebé en el pecho de su madre para que, en ese contacto, piel con piel, el bebé regule su temperatura.
Todavía le queda algún tiempo para que su sistema termorregulador madure, menos mal que la naturaleza, siempre sabia, los dota de una serie de defensas para mantener su cuerpo caliente: la postura flexionada que adoptan en su cuna les ayuda a mantener el calor; también la capa de grasa blanquecina que les recubre, llamada vérnix caseosa, y que el cuerpo acaba absorbiendo a los dos o tres días y la vasoconstricción periférica cuya función es mantener sus órganos principales calientes, aun cuando las manos o los pies los tengan fríos.
La temperatura ideal es mantenerlo calentito sin que llegue a sudar. Existen algunas señales que te pueden ayudar a saber si está demasiado caliente o si, por el contrario, necesita ser arropado:
- Está pasando frío si tiene la punta de la nariz fría o colorada, si las uñas y los labios se le amoratan y si se siente nervioso e intranquilo, le tiembla la barbilla o llora con frecuencia.
- Tiene calor cuando le sudan la nuca y las axilas, está demasiado rojo o le han salido unos coloretes imponentes en las mejillas.
Vía | Crecer Feliz