Verdades y mentiras sobre la inteligencia de nuestro bebé
Son muchos los mitos y saberes populares que debemos escuchar cuando recién estamos embarazadas o cuando nuestro bebé aparece en nuestros brazos. Supersticiones y leyendas que intentan convencernos de que existen ciertos patrones naturales por los que se producen ciertas habilidades o ventajas según la apariencia física de nuestro niño.
Aunque intentamos hacer oídos sordos, no siempre podemos pasar por alto cada una de las opiniones que, viniendo de la experiencia o de la, a veces excesivamente valorada, sabiduría popular nos puede confundir, creándonos demasiadas preocupaciones que no tiene base alguna. Para ello debemos ser pacientes y racionales, sabiendo que el primer año de vida de nuestro bebé es decisivo para el desarrollo de su cerebro y no todo lo que nos cuentan es cierto. Veamos algunos ejemplos.
No es cierto que los bebés con la cabeza más grande sean más listos. La inteligencia no se cuenta por el tamaño si no por la eficacia en las conexiones neuronales. El perímetro craneal sólo nos va a indicar el desarrollo físico de su cabeza no de su capacidad intelectual.
También es falso que el niño de padres inteligentes lo sea también. Es cierto que, genéticamente, está más predispuesto a que así sea, pero también puede suceder que, durante su desarrollo, carezca de estímulos o que su desarrollo se vea mermado por el ambiente que le rodea.
Que las niñas sean más inteligentes que los niños tampoco es un hecho probado. Todo ser humano desarrolla su intelecto dependiendo en el ambiente en el que crezca, independientemente del sexo al que pertenezca. Desgraciadamente luego está la sociedad que es la que inculca una serie de valores para frenar o impulsar indiscriminadamente.
El cerebro del bebé crece sin interrupciones es otra de las falsedades. Hasta que una conexión no está bien asentada en su cerebro, no pasa a otra. Es decir que va cumpliendo lecciones paso a paso y según el ritmo de cada cual. Este crecimiento se realiza por etapas coincidiendo con las fases del desarrollo cognitivo del bebé, hasta que no aprende, por ejemplo, a coger la cuchara, no pasa a la siguiente fase de aprendizaje.
Es falso también que nuestro cerebro sea más activo con los años, de hecho, el cerebro de un bebé es muchísimo más activo que el de un adulto, sobre todo durante el primer año. La única diferencia es que el cerebro adulto está más experimentado y por eso parece que nuestra capacidad es mayor.
En cambio sí que existe una verdad en medio de todas estas leyendas y es que el embarazo afecta al desarrollo intelectual de nuestro bebé. Todo lo que ocurre durante el embarazo es significativo para el posterior crecimiento de nuestro niño, tanto a nivel físico, como afectivo, como intelectual.
Vía | Ser Padres
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