Las vacunas que protegen a nuestros bebés: Difteria
La gran mayoría de los padres estamos convencidos de la necesidad de vacunar a nuestros hijos aunque no reparamos mucho en las enfermedades de las que les estamos protegiendo. Hace unos días hablamos de la poliomielitis y hoy le toca el turno a la difteria. De nuevo estamos ante una enfermedad prácticamente erradicada y de la que no ha habido ningún caso en España desde 1987. Sin embargo, al seguir exisitiendo en el mundo y especialmente porque se han detectado algunos casos en Europa, es importante mantener la vacuna en nuestro calendario. La cobertura en nuestro país es superior al 90 por ciento de la población.
La difteria es una infección bacteriana aguda que afecta a la boca, la nariz y la garganta y es altamente contagiosa. Se transmite por objetos o alimentos contaminados, pero también por las gotitas de saliva que expulsamos al toser y estornudar, e incluso a veces al hablar. Es posible ser transmisor de la difteria pero no tener síntomas.
La difteria comienza por dolor de garganta fuerte que puede confundirse con una faringitis o similar. Después aparece fiebre leve, malestar general y se inflaman los ganglios del cuello. Si no se trata, la toxina que produce la bacteria de la difteria crea una capa gris o negra, espesa, que cubre la parte interna de la nariz, la garganta y las vías respiratorias. Esto provoca dificultad para respirar e incluso la asfixia. La toxina puede entrar en el riego sanguíneo y afectar al corazón, los riñones y el sistema nervioso, pudiendo causar parálisis y la muerte. Una de cada diez personas que contrae la enfermedad muere por estas complicaciones.
La vacuna no evita la enfermedad pero sí los efectos de la toxina. Se pone combinada con el tétanos y la tos ferina (DTP). Es eficaz al 97 por ciento y protege completamente durante tres años y parcialmente durante diez, por lo que hay que poner recuerdos periódicos. Los bebés son vacunados a los 2, 4 y 6 meses, tienen una dosis de refuerzo a los 18 meses y un recuerdo entre los 4 y los 6 años y después debería ser periódico cada 10 años.
La DTP puede provocar fiebre, malestar, inflamación o picor, de las que te alertará el médico y a quien debes consultar si aparecen. En cualquier caso y aunque no son deseables, estos efectos secundarios son mucho menores a los riesgos de contraer la enfermedad.
Foto | Ferato
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