Las tristes consecuencias de discutir delante de los hijos
Las vacaciones de verano suelen ser una época muy especial para disfrutar con la familia. Dejar a un lado la rutina laboral y dedicarnos a estar juntos todo el día, durante varias semanas, es una experiencia estupenda para estrechar los lazos familiares. Aunque, por desgracia, no siempre es así.
Según las estadísticas, la época vacacional es cuando más fisuras y rupturas se producen en las parejas. Quizás el estar tanto tiempo juntos, tener que decidir a partes iguales hasta en los más mínimos detalles, o perder parte de nuestra individualidad para fusionarnos en un solo núcleo familiar, consiguen crear momentos de tensión que no siempre sabemos gestionar adecuadamente. Si las vacaciones son una época para el disfrute, también pueden resultar propicias para las discusiones, las peleas o los desencuentros. Pero ¿sabes que consecuencias pueden acarrear esos sucesos en la vida de nuestros hijos?
Cuando los padres discuten, los niños se entristecen
Es inevitable que, a lo largo de la convivencia, se produzcan roces y diferencias. Cambiar opiniones y discutir puede ser sano y necesario para el crecimiento de la pareja, si no se convierte en una situación violenta o que afecta negativamente a los niños.
Hace unos meses, se realizó un estudio para valorar las consecuencias que tiene en los hijos las discusiones de los padres. El resultado final fue muy esclarecedor: los niños se sienten alegres si sus padres están alegres; y tristes, si sus padres así lo están.
Según este estudio en el que se valoran las emociones que sienten los niños ante las peleas de sus padres, el ranking es así: tristeza (37 por ciento), preocupación (17 por ciento) y enfado (14 por ciento). El resto de los niños mostraron otras emociones como susto, sorpresa o indiferencia. Algunos, los menos afortunadamente, dijeron sentirse alegres.
Los niños imitan ese comportamiento
Más allá de las palabras o las normas que queramos dictarles, los comportamientos que ven en casa van a ser su mujer doctrina. Así que si se acostumbran a que sus padres se enfrenten, discutan de forma acalorada o intenten resolver sus conflictos de una manera violenta, así lo harán ellos también.
Un nuevo estudio realizado entre niños, ha puesto de manifiesto que cuánto mayor número de discusiones presencian los niños en casa, más agresivos se muestran en su círculo social, en la escuela, con sus compañeros… De hecho, según sea la frecuencia de estas disputas, así será el futuro «delictivo» de los niños. Cuántas menos presencien, mejor será su actitud ante la vida.
Discusiones inevitables pero con buenas formas
Como ya hemos dicho antes, es imposible que en el día a día de convivencia no surja algún roce. Siempre que podamos debemos solventarlo en privado, sin la presencia de los niños, pero a veces no puede ser y acabamos abocados a la batalla con unos espectadores muy singulares: nuestros hijos.
Es importante que no perdamos las formas. El diálogo debe primar, así como la coherencia. Evita las palabras malsonantes, los insultos y los gritos. De esta forma los niños van a entender que un buen diálogo, exponiendo nuestras diferencias, puede ser positivo siempre que mantengamos un respeto hacia el otro. Así sabrán que el hecho de no estar siempre de acuerdo, no significa que no se pueda convivir.
En muchas ocasiones el motivo de la discusión está relacionada con los hijos. Debemos evitar hacer referencia a ellos, lo único que vamos a conseguir es hacerles sentir culpables y crear en ellos un sentimiento negativo. Y, como broche final, es necesario que exista un consenso, un acuerdo y un final positivo para todos.
Vía | Consumer
Fotos | Cpnnap y Rincón del peque
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