Puedes ponerte de parto en cualquier momento en estas seis últimas semanas. Tu bebé está listo y tú deseando y temiendo que llegue el momento. Si aún no te la han hecho, te queda una prueba, la que sirve para detectar los estreptococos del grupo B. Consiste en un exudado vaginal y anal. El ginecólogo toma una muestra de la flora de la vagina y el ano con un bastoncillo. No te preocupes que dura un segundo y no molesta nada. Si saliera positiva te recetarían antibióticos para evitar que la infección pase al bebé en el momento del parto.
Esta semana la grasa se va acumulando en las extremidades del bebé. Sus brazos y piernas van tomando la forma redondeada que tanto nos gusta en el recién nacido. Ha crecido tanto que ocupa practicamente todo el espacio disponible en el útero. Los riñones ya son totalmente funcionales y los pulmones necesitan sólo un poquito más de tiempo. Si es un niño, sus testículos habrán descendido del todo y si es niña, sus labios menores son muy prominentes.
A estas alturas del embarazo ya puedes plantearte hasta cuando trabajarás. Lo normal es que estés cansada y puedes tener los tobillos, los pies e incluso la cara hinchada por la retención de líquido. Si la inflamación es repentina debes llamara a tu médico. Si tienes molestias en la pelvis o en la espalda coméntalas con tu médico de cabecera para que valore la conveniencia de que sigas desarrollando tu trabajo. No es una competición para ver quien se acerca más a la fecha de parto, se trata de tu salud y la de tu niño, y piensa que la empresa ya sabe que estarás una buena temporada de baja.
Tu médico controlará ahora tu tensión, tu peso y el volumen de líquido amniótico en cada visita, además de la evolución del bebé. Síntomas como el aumento repentino de peso, la hinchazón de las manos o de la cara, los dolores de cabeza o los cambios en la vista pueden ser un indicio de preeclampsia. Consulta con tu médico si notas alguno de ellos.
Tu bebé cada vez ocupa más espacio dentro de tu cuerpo. Tus órganos internos pueden comenzar a resentirse por las apreturas. Puede que te sofoques, pero no te preocupes que a tu bebé no le falta oxígeno, de eso se encarga la placenta. También puedes notar ardor de estómago e indigestión. Prueba comiendo poca cantidad varias veces al día y bebiendo mucha agua. No dejes de tomar fibra para ayudar a tu intestino.
Esta es otra semana de crecimiento tanto del bebé como de tu barriga. Puede que ya la notes muy grande y te preguntes si aún podrá crecer más (sí, puede) o que pienses que es demasiado pequeña para estar en la semana 30. Ambas situaciones son normales, depende de tu constitución, de la alimentación que estás llevando o del tamaño de tu bebé. Hacer algo de ejercicio te ayudará a estar más cómoda, uno estupendo son los paseos, tranquilos pero largos. En ningún caso debes forzar y si ves que te cansas mucho tienes que consultarlo con tu ginecólogo. Aprovecha también para realizar los ejercicios de Kegel de manera regular.
Esta es una buena semana para quitarte los anillos antes de que te resulte muy dificil. Tus manos y pies pueden hincharse e incluso puedes aumentar una talla de zapatos. Puedes empezar a sentirte incómoda, en este trimestre la barriga pesa, te cuesta encontrar la postura para dormir e incluso cambias la postura al estar de pie. Tu piel está muy tensa, no te olvides de hidratarla, quizá no logres evitar las estrías pero te dará un poco más de elasticidad y aliviarás el picor.
Acabas de iniciar el tercer y último trimestre de tu embarazo, ¡enhorabuena! Tómatelo con calma e intenta estar ocupada porque se hace muy largo. Si aún no lo has hecho, es un buen momento para preparar la bolsa para el hospital con tus cosas y las del bebé. La tranquilidad del segundo trimestre ha acabado y puedes empezar a sentir algunas molestias.
En este momento tu bebé ya tiene un aspecto muy similar al que tendrá el día de su nacimento aunque más delgadito y pequeño. En su piel se está formando el epitelio, lo que la endurecerá y la hará como la nuestra. Por ahora está arrugadito y así seguirá hasta un tiempo después de nacer, porque está en contacto permanente con el líquido amniótico.