
Está claro que no es lo mismo tratar a un niño que a un adulto, porque los organismos son completamente diferentes y la población infantil requiere fármacos específicos. Sin embargo, estamos hablando de investigaciones más dirigidas y exigentes, algunas con más riesgos y como consecuencia más caras y menos rentables para los laboratorios.
En España no hay pediatras suficientes para atender a la población infantil. Y los que hay sienten tal presión que caen enfermos, se dan de baja por estrés, abandonan el país en busca de mejores salarios o, directamente, se pasan a la privada. El incremento de niños y el aumento de la demanda no es el único problema.