Hace sólo unos días reflexionamos en el blog sobre los aspectos positivos de la vida del pueblo, sin embargo, hoy analizaremos qué aspectos favorables tiene el hecho de vivir en una ciudad. Especialmente, para las familias que tienen niños pequeños. A nivel educativo, los padres tienen más variedad de oferta de colegios donde poder elegir puesto que normalmente en un pueblo pequeño sólo existe una escuela.
Lo cierto es que el debate sobre las ventajas de vivir en un pueblo o en una ciudad tal vez debe orientarse de forma diferente en función de la edad de una persona. Por ejemplo, al llegar a la universidad, una capital ofrece muchas más posibilidades en relación con el ocio, la formación y las salidas profesionales. Sin embargo, durante la infancia vivir en un pueblo tiene ventajas añadidas que hoy me gustaría compartir con vosotros.
Todos los años al acercarse septiembre y con él la vuelta al cole, se habla en los telediarios y periódicos de pueblos españoles que no tienen suficientes niños para tener una escuela propia. Los pequeños en estos lugares deben desplazarse en ocasiones muy lejos y por carreteras en mal estado para asistir al colegio. Es el caso de Ayódar, un pueblo de la provincia de Castellón en el que sólo habitan tres niños. El mínimo de menores escolarizados para tener escuela en el municipio es de cinco.
Castelnou es un pueblo de Teruel, a 40 minutos de Alcañiz y a una hora de Zaragoza. Ocupa el quinto lugar en España por renta per càpita. Gracias a los ingresos de una subestación eléctrica, una central térmica de ciclo combinado y una planta solar fotovoltáica, sus 150 habitantes no tienen que pagar impuestos municipales. Tienen médico una vez por semana, pero si es necesario el Ayuntamiento pone a disposición de los vecinos gratuitamente, un taxi de nueve plazas para llevarles al hospital cuantas veces haga falta. Lo que es tan sólo una muestra de la calidad de vida de Castelnou.
En otras ocasiones ya nos ha acompañado la poetisa más prolífica con respecto a la poesía infantil. Gloria Fuertes nos vuelve a traer una de sus divertidas composiciones con las que los niños aprenden a valorar la creación literaria y, además, se le vas introduciendo en el maravilloso mundo de la lectura. Hacerlo con versos divertidos es, seguro, la mejor forma de enseñarles a amar el mundo de las letras de una forma amena y llena de magia.