Hace tiempo que andamos publicando poemas para los niños. Versos divertidos, sencillos, llenos de magia y simpatía que les hacen tomar contacto, además de con el mundo literario, con el ritmo y la musicalidad que les acompaña. Pero son muchas las poetisas o narradoras que han hecho de su gestación todo un mundo de emociones para compartir.
Un poema para una tarde de sábado, para una tarde atemporal, acompañada o solitaria, finita en la eternidad de nuestra labor paternal. Un poema de esos que intentamos compartir con nuestros niños, recitando en voz baja, con la vista posada en el cielo mientras descansamos en la playa, en la piscina o en lo más relajado de la montaña.
Y volvemos, de nuevo, con un poema de nuestra poetisa más conocida en cuanto a su dedicación a los versos infantiles. Gloria Fuertes, de la que ya hemos hablado en otras ocasiones, nos trae recuerdos que creíamos olvidados, palabras que, siendo unos tiernos infantes nos acompañaron durante la etapa de crecimiento.
Que Federico García Lorca es uno de nuestros más grandes poetas, ya no hay quien lo dude. Además de poseer el don de la poesía, la magia del duende y el tesón y la habilidad innata de saber combinar a la perfección, letras y alma, tiene el espíritu imperecedero de la infancia, la eterna juventud de unos versos que, por muchas generaciones que pasen, siguen gustando a los más pequeños con la misma frescura que entonces.
Ya os hemos comentado que la creatividad es una capacidad innata en nuestro pequeño, así que, desde que son bebés, podemos ir fomentando en ellos esta capacidad intuitiva que le ayudará a ser un niño, y posterior adulto, más seguro de sí mismo y más capaz de enfrentarse a los avatares del mundo.
A veces tendemos a imaginar que hay ciertos poetas que sólo han compuesto versos para los adultos. Es cierto que, durante su larga trayectoria de creación literaria, pueden decantarse por elegir uno u otro tipo de lectores, pero si somos capaces de buscar con tesón, con cariño y, sobre todo, con placer, podemos encontrar poemas que, seguro, van a ser la delicia de nuestros pequeños.
Ya os hemos hablado, en otras ocasiones, de los beneficios que la poesía aporta a nuestros más pequeños. Es una forma sana y educativa de introducirles en el mundo de la literatura por medio de la sensibilidad. Sin duda, un niño que es capaz de sentir los giros de un verso o de atender el ritmo de una estrofa, será un adulto que aprecie el arte e, incluso, se motive para practicarlo.
Llega el fin de semana. La fiesta, la diversión. Seguro que nuestro niño nos pide que lo llevemos a algún carrusel. Por eso hoy quiero dejaros un poema de Antonio Machado que evoca su infancia en la alegría de un tío-vivo. Todos nos reconoceremos en algún verso, si somos capaces de echar la vista atrás con la nostalgia necesaria y la alegría infinita. ¿Te apetece subir?...
¿Quién no recuerda que este clásico poema de José de Espronceda? Con él hemos viajado por imaginarios océanos donde nuestra infancia recorría paisajes limpios de imaginación sin límite. Una amiga me lo trajo a la memoria hace unos días porque su niña anda recitándolo con auténtica devoción. Os dejo solamente un fragmento, el énfasis y el espíritu de aventura lo ponéis vosotros mismos.
Ya comentamos los múltiples beneficios que, para nuestros pequeños, tiene acercarles el mundo de la poesía. Lo que a menudo desconocemos es que los grandes poetas, en algún momento de su producción literaria han dedicado sus versos al mundo infantil. Hace unas semanas mostramos un poema de Federico García Lorca, hoy lo haremos del gaditano más universal: Rafael Alberti.
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