Una de las necesidades prioritarias de todo padre es procurar para sus hijos toda la protección y cuidados necesarios a fin de que se desarrollen en armonía y rodeados de felicidad. Pero también es cierto que hay ciertas líneas, demasiado frágiles, que tendemos a cruzar demasiado a menudo. Caer en la sobreprotección no es nada aconsejable, incluso aunque creamos que nuestro hijo necesita de un trato especial. Todos los niños necesitan de su autonomía para desarrollarse felizmente, y los Síndrome de Down no son diferentes.
Hace sólo un par de semanas que se ha celebrado un encuentro médico organizado por la Fundación de Ayuda a la Infancia en la que se ha llegado a una contundente conclusión en torno a los diagnósticos relacionados con la hiperactividad infantil. Al parecer, uno de cada cuatro niños que son tratados por Trastorno de Hiperactividad y Déficit de Atención (TDAH) no lo padece. Sólo tenemos que ajustarnos a los datos que nos hablan que un 97 por ciento de los adultos no están diagnosticados.
Durante los primeros años de la infancia, el niño se enfrenta a todo un mundo nuevo por descubrir y aún tiene un estado mental que no está del todo desarrollado por lo que las emociones las asocian a palabras o conceptos aprendidos. Pero la mejor manera de aprender esas emociones es a través de su propio cuerpo.
En la semana 12 de embarazo el ginecólogo realiza una importante ecografía, en ella mide el pliegue nucal. Después se pide un análisis de sangre, el resultado del análisis y el pliegue darán un resultado estadístico, teniendo en cuenta la edad de la madre, sobre las posibilidades de que el bebé tenga Síndrome de Down o de Edwards. Se conoce como Test combinado del primer trimestre.