Un NO a tiempo a los niños es una victoria
Nadie dijo que educar fuera fácil, mucho más a nuestros propios hijos. A pesar de las trastadas, las rebeliones, pataletas o disgustos, siempre existe ese punto de inflexión en el que nos dejamos seducir por su encanto, incluso aunque sepamos que caer de bruces en la permisividad absoluta no es nada beneficioso. Pero ¿dónde están los límites? ¿Cuándo empezamos a poner reglas?