Pulseras, tapones o mercadillos, padres que no se rinden
Para cualquier padre que a un hijo le diagnostiquen una enfermedad grave es terrible, pero si además se trata de una enfermedad rara, la vida se convierte en una pesadilla. Para empezar lo más difícil es conseguir un diagnóstico. Muchas veces pasan años y hay que recorrer multitud de especialistas para que alguno ponga nombre al trastorno del niño. Una vez que saben de que se trata, en muchos casos aparece otro muro casi imposible de saltar, la falta de fondos para la investigación, o de recursos para el tratamiento.