Una de las tareas principales de nuestra labor como padres es educar a nuestros niños. Algunos piensan que la educación es sólo enseñarles a diferenciar entre vocales y consonantes; sumar sin contar con los dedos, o las capitales, a veces complicadas, del mundo. Estos conceptos son los que los mismos maestros les irán enseñando de forma paulatina a lo largo de su vida escolar. Pero ¿cuál es esa educación que nos toca a los progenitores?
Es totalmente necesario que eduquemos a nuestros hijos en torno a una serie de valores que deben ser inamovibles. El respeto, la solidaridad o la generosidad se convierten en las claves perfectas para crear un mundo mucho más habitable para todos. El problema es que, a menudo, estos conceptos se quedan en meras teorías que no van a ningún sitio. Los niños aprenden de nuestro ejemplo, así que más allá de las palabras, son nuestros gestos diarios los que le van a enseñar el camino correcto.
La creatividad, el respeto, la educación, la esperanza o, incluso, la tristeza, son conceptos a los que nuestros hijos se enfrentarán un día u otro. En ese momento intentarán conocer como gestionarlos o encontrar la respuesta del porqué le suceden determinadas cosas sin poder controlarlas. Hablar de ello con nuestros niños no siempre es sencillo, las palabras acaban quedándose tan cortas que más que aclararles, al final, acabamos creando una maraña mucho más complicada de lo que esperábamos.
Poner palabras a los sentimientos suele ser algo especialmente complicado, mucho más si se trata de valores morales o comportamientos que van más allá de algo físico y tangible. Pero precisamente los padres debemos encontrar esas palabras para hacer entender a nuestros niños que ciertas actitudes no son sólo un vocablo alojado en el diccionario; la solidaridad, la generosidad o la empatía, son mucho más que una palabra y hay que practicarla todos los días.
Todos los padres, maestros y educadores nos hemos enfrentado, alguna vez, a la difícil tarea de tener que explicar a nuestros niños ciertas cuestiones morales. Los peques, en su infinita curiosidad, nos hacen preguntas a las que, no siempre, somos capaces de poner las palabras adecuadas, no olvidemos que son como auténticas esponjas que todo lo absorben haciendo que, a menudo, nos sintamos agobiados por tanta responsabilidad.
Hoy es 8 de marzo y se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. Ojalá algún día no se tenga que distinguir un día en concreto para acordarnos que, todavía, son muchos los rincones del mundo en el que nacer bajo el signo femenino es, en algunos casos, una condena difícil de soportar. Desgraciadamente, incluso en sociedades avanzadas y "civilizadas", siguen ocurriendo hechos lamentables que van abriendo enormes brechas entre las diferencias de género.
Educar a nuestros niños no es tarea fácil, y el que piense que se trata de un camino de rosas está algo más que equivocado. Alejarles de ciertas malas influencias, hacerles entender la necesidad de respetar algunas reglas o animarles a que sepan gestionar adecuadamente sus emociones, son obras especialmente delicadas que debemos inculcarles con mano firme pero, también, con mucho amor. Por eso, y reconociendo que no sabemos de casi nada, está bien pedir consejo y utilizar ciertas herramientas que puedan ayudarnos en esta importante y laboriosa tarea.
Ser mujer ha llevado siempre una carga adicional a nuestra existencia. Además de tener que desarrollarnos como seres humanos libres y autónomos, también se nos pide que sigamos perpetuando la especie humana. Sin entrar en valoraciones feministas, no podemos negar que la figura femenina ha estado sobrecargada con una infinidad de tareas que podrían haber sido mucho más equilibradas si todos los miembros de la familia pusieran un mínimo esfuerzo de su parte, mucho más cuando esa mujer tiene que enfrentarse sola a su día a día.
Uno de los aprendizajes más difíciles que tenemos los padres es enseñar a nuestros niños a controlar sus emociones, especialmente cuando son violentas, de agresividad o de enfado. Aprender a controlar esos impulsos no es tarea fácil ya que son muchos los acontecimientos que pueden pasar en un sólo día que nos provoquen ciertos sentimientos descontrolados. Las prisas, el estrés, la alimentación o la influencia de la sociedad, también pueden provocar que nuestra tranquilidad se dispare.
Llevamos varias semanas insistiendo en la necesidad de educar a nuestros niños partiendo de una educación más abierta, más cercana pero, sobre todo, más amorosa y respetuosa, no sólo con ellos mismos si no, también, con sus semejantes. Sembrar en ellos la semilla del respeto, la tolerancia o la templanza, no siempre es tarea fácil, mas sí resulta totalmente necesaria si queremos que se conviertan en adultos equilibrados y más cercanos a lo que llamamos felicidad.
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