
El ser humano estamos fabricados de sentimientos, emociones y recuerdos que, en la mayoría de ocasiones, no sabemos explicar, especialmente cuando somos adultos. Si bien ciertas situaciones como el enamoramiento, el dolor o la tristeza, son tan etéreas que resulta casi imposible ponerles palabra o voz, los niños, en su clara candidez y esa manera de simplificarlo todo, nos pueden dar muchas respuestas que, seguro, no podríamos ni imaginar.
¿De qué modo podemos enseñar a nuestros niños la importancia de valorar ciertas actuaciones en nuestra vida? Podemos darles una charla moralizadora y pesada, de esas que son imposibles de digerir o podemos utilizar otros recursos que, además de divertirles, dejen su poso de sabiduría y enseñanza. Nada mejor como hacerlo sencillo y simpático para que los peques se dejen llevar por esa corriente de entendimiento.
Seguimos viajando a través del mundo del cine y de aquellos trabajos que pueden aportar un halo de sabiduría y entendimiento en las relaciones humanas. Especialmente si estamos dedicados a la educación o si somos padres, son muchos los conceptos que tenemos que explicar a los niños y no sabemos muy bien como hacerlo. Quizás por ello hemos llegado a un punto donde, nuestra sociedad, anda tan escasa de buenas enseñanzas. Los valores han dejado de ser necesarios para convertirse en un lujo sólo apto para algunos privilegiados.
A lo largo de todo este mes de septiembre es fácil encontrar, a las puertas de los colegios, esas caras largas, algún que otro llanto o a los niños enganchados a la verja llamando a su mamá a gritos. El cambio del ocio del verano, la continua compañía familiar o los madrugones no siempre son bien acogidos por los peques que, todavía, quisieran continuar de brazos caídos.
Dicen que el amor no entiende de leyes, fronteras ni métodos. El amor es eterno, irrompible y perfecto. Pero siempre se pueden cuestionar algunas heridas. Sin embargo, cuando hablamos de amor hacia los hijos es seguro que ninguna frontera existe, ningún dolor, ninguna desolación. Salvo en contadas, y excepcionales ocasiones, ese amor es el más auténtico y verdadero.
Las experiencias que vivimos cuando somos niños nos marcan de por vida, así las vamos rememorando no sólo en nuestra memoria, sino también en nuestro corazón, con esa brillantez permanente de un camino recorrido lleno de sorpresas. Al menos así sucede, especialmente, cuando las experiencias han sido buenas, resultando ser eslabones sólidos de lo que se va conformando nuestra vida a lo largo de los años.
Los padres con dotes artísticas tienen una fuente inagotable de inspiración a través del amor que sienten por sus hijos. Es maravilloso ver como un músico, un pintor o un escritor es capaz de volcarse en su propio corazón para convertir sus sentimientos en algo tangible y que podamos compartir todos.
Hoy os traemos un nuevo poema que podemos recitar a los niños. Es un bonito romance escrito por Alejandro Casona, un escritor asturiano que fue conocido más por su obra teatral que por los poemas que nos dejó.
Esta semana es especial, el próximo jueves 19 de marzo se celebra el Día del Padre, así que puede ser un momento maravilloso para seguir constatando que, aquel que nos ha dado la vida, tiene todo nuestro respeto y cariño. Los niños saben lo mucho que quieren a su progenitor, pero no está de más que, entre diversión y diversión, lo vayan recordando para que no se les olvide.