6 dificultades en la colaboración entre familias y escuelas
La educación infantil se fortalece por medio de las estrategias de coordinación que unen a progenitores y centros educativos. Sin embargo, a pesar de que ambos pueden llegar a formar un buen equipo, existen dificultades que conviene identificar para poder superarlas. En Uno más en la Familia realizamos un análisis de algunos de los obstáculos habituales.
1. Falta de coherencia educativa
En ocasiones, los padres eligen un centro con el que no comparten algunos de los valores más importantes. En otros casos, sí respaldan los principios esenciales del proyecto educativo. Sin embargo, perciben contradicciones significativas entre las palabras y los hechos.
2. Falta de atención personalizada
La personalización va más allá del aula. Cada familia, a su vez, es única e irrepetible. Tiene sus propias dudas y circunstancias. En ocasiones, los progenitores no perciben el grado de cercanía que buscan, incluso cuando los profesionales sí muestran una buena disposición para aclarar cualquier cuestión. El uso de un lenguaje excesivamente especializado del ámbito de la pedagogía y el desarrollo infantil, plantea una distancia en quienes se sienten menos familiarizados con los conceptos técnicos.
3. Ausencia de objetivos claros en las reuniones
El tiempo es un bien esencial para profesionales y familias. Por ello, cuando una de las partes considera que la asistencia a las reuniones no es verdaderamente indispensable, los encuentros pierden su valor inicial. Existen charlas que se prolongan más tiempo del necesario como consecuencia de una falta de planificación clara. Es decir, es importante contextualizar cada sesión. Por ello, es necesario clarificar cuál es el objetivo de la reunión.
4. Dificultades para ajustar los horarios
Cualquier proyecto de equipo requiere de un punto de encuentro. Con frecuencia, el horario de la escuela infantil es incompatible con la jornada profesional de padres y madres. Es decir, más allá de la buena disposición entre las partes, las propias circunstancias llegan a suponer un verdadero desafío.
5. Implicación desigual en los progenitores
En la coordinación entre escuelas y familias se produce una situación frecuente. Es habitual que sea uno de los progenitores el que asume una mayor responsabilidad en la asistencia a las reuniones y en el mantenimiento de la comunicación con los profesionales. Sin embargo, esta circunstancia se traslada al propio hogar.
6. Roles que no están perfectamente diferenciados
La labor y las competencias de un educador infantil son diferentes a las de padres y madres. Sin embargo, se producen confusiones habituales en la práctica. Así ocurre, por ejemplo, cuando las familias depositan expectativas que son imposibles de cumplir por parte de los profesionales. Y, también, cuando los propios educadores no se sienten realmente valorados. En ese caso, no se produce un verdadero acompañamiento entre las partes. Las bases del equipo se debilitan y, en consecuencia, la comunicación y la confianza se deterioran.
La coordinación entre la escuela y la familia es positiva para el niño, pero también para cada una de las partes implicadas. Cuando se produce una colaboración, familias y escuelas encuentran apoyo, escucha y empatía en el otro lado de la balanza. Es decir, familias y educadores avanzan en la misma dirección.
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