La sal en la dieta del bebé y la embarazada
Los expertos en nutrición ya hace tiempo que nos vienen avisando de los abusos que cometemos con el consumo de sal. A partir de los dos años, que es cuando la vamos incorporando en la dieta del niño, ese consumo va creciendo y permanece presente a lo largo de toda nuestra vida. Un control más adecuado, sin caer en los excesos, sería el equilibrio ideal para conseguir una mejora en nuestra salud.
Y es que, aunque no hay que suprimirla durante el embarazo, sí debemos tener cuidado, sobre todo si se padece preeclampsia o hipertensión, en estos casos, que vienen a ser un cinco por ciento de las gestaciones, deberíamos suprimirla del todo, llevando un control exhaustivo con el médico.
No debemos olvidar que, según los nutricionistas, consumimos el doble de sal de lo recomendado, y no es sólo aquella que añadimos a la hora de cocinar o condimentar los platos, si no también la que se encuentra escondida en los alimentos ya preparados: pan, embutidos o quesos. Los alimentos que, generalmente, tienen más aporte de sal son: los cubitos de caldo, las anchoas, el jamón serrano, las pizzas, frutos secos salados, sopas…, y aquellos que contienen menos sal: mantequilla, quesos frescos, fruta, verdura, pescado fresco, leche, arroz, pasta…
También es necesario incidir en que las primeras comidas de nuestro bebé no necesitan sal. Es hasta, como mínimo, los 18 o 24 meses, que no debemos añadir este elemento ya que podríamos dañar los riñones del bebé, además de predisponerlo para que en la edad adulta padezca hipertensión.
En ambos casos, lo mejor es utilizar sal yodada. Aunque el yodo es imprescindible durante todas las etapas de la vida, mucho más durante el embarazo y los primeros meses del bebé ya que interviene, directamente, en el desarrollo neurológico.
Vía | Guía del niño
Foto | Gastronomía y cía