Las rabietas, mucha paciencia pero sin ceder más de lo necesario

Las rabietas, mucha paciencia pero sin ceder más de lo necesario

Escrito por: Jaime Gomez    23 julio 2012     2 minutos

Si hay algo que no les falta a los niños es el ser más listos que el hambre. Las situaciones a las que muchos padres se han visto sometidos por partes de sus hijos, sobre todo en público, probablemente han desesperado a más de uno. Pero tranquilos, que todo tiene su porque.

Las rabietas forman parte del desarrollo normal de cualquier niño, fundamentalmente entre los dos y tres años. El querer llamar su atención sobre alguien para poder conseguir algún fin se expresa de esta manera. Y, por supuesto, los niños saben elegir perfectamente a sus víctimas para estas demostraciones. Lo dicho, más listos que el hambre.

Sin embargo, estudios realizados por expertos en materia infantil, dan como resumen que no se deben ignorar estos estados del niño, pero tampoco se puede ceder a todo lo que él quiera o tomará la delantera. Un escenario público será, con toda probabilidad, el peor lugar para ser paciente pero debe ser así. El niño debe aprender a superar sus frustraciones de manera relajada y tranquila. El comportamiento de los padres en esas situaciones es clave.

Beneficia aún más los gestos para enseñarles que la voz alta para imponerse. Su carácter puede quedar bastante marcado por las reacciones de sus padres, de ahí que estas deban ser lo más moderadas posible. Al igual que cierta falta de atención ante la rabieta. El niño debe percibir que, no sólo que papá y mamá están enfadados, sino que están unidos en ese estado molesto. Comprenderá que se queda solo y tendrá que cambiar de estrategia. Lo dicho, más listos que el hambre.

Ahora bien, si esa conducta del niño no es fácilmente controlada por los padres y se extiende en el tiempo (con cinco o seis años), si es necesario acudir a un profesional. Un apoyo en estos caso es muy importante. Puede ocurrir que al niño le afecte algún tipo de trastorno que ya los padres, con su conducta habitual, no pueden solucionar.

Resumiendo. Estas son las maneras que tienen los niños de llamar nuestra atención en determinados momentos y de conseguir lo que quieren. Pero no actúan impulsivamente. Aunque su razonamiento aún no está muy adelantado, si saben donde y con quien pueden actuar. Sólo hay que estar preparados para dar una buena respuesta, constructiva y eficaz. Lo dicho, más listos que el hambre.

Vía | abc.es