Qué ocurre cuando un padre o una madre llora delante de su hijo
Reprimir el llanto o las palabras que expresan un malestar interior, puede generar un efecto poco saludable a largo plazo desde el punto de vista emocional. Todo aquello que no se expresa a través del lenguaje verbal o corporal, puede transformarse en un peso. Un peso que deriva en estrés, frustración, miedo, ansiedad, desánimo o cansancio. Existe un mensaje que, pese a no alinearse con el valor de la inteligencia emocional, todavía está muy interiorizado en la sociedad: “No llores”.
Un mensaje que padres y madres también pueden decirse a sí mismos a través de un diálogo interior que censura el llanto y lo etiqueta como si fuese negativo. Especialmente, esta creencia suele intensificarse en aquellas situaciones en las que el propio niño es testigo de las lágrimas de su progenitor.
¿Qué ocurre cuando lloras delante de tu hijo?
Te muestras vulnerable, sensible y humano. Te comunicas con él más allá de las palabras para hacerle partícipe de una realidad que te afecta directamente. Expresas con libertad tus sentimientos, haces espacio a tu mundo interno. Y lo exteriorizas ante tu hijo a través de tus gestos, la postura y la comunicación corporal.
El lenguaje del llanto también adquiere un sentido más amplio cuando se integra en un contexto en el que hay una recuperación posterior. Es decir, el adulto muestra su resiliencia al sobreponerse a lo ocurrido por medio de diferentes recursos terapéuticos. Y las lágrimas pueden producir un alivio a nivel emocional. Llorar delante de tu hijo es un signo de confianza. La experiencia puede fortalecer incluso el vínculo afectivo. A su vez, le muestras un espejo en el que tal vez se vea reflejado a sí mismo en aquellos instantes en los que se siente triste o desanimado. El llanto muestra una forma de validar la emoción.
Llorar delante de un hijo es una experiencia que también puede propiciar la superación de creencias limitantes en torno al llanto (ideas que el adulto ha interiorizado a lo largo de su vida). Por ejemplo, tal vez hubieses preferido evitar esa situación. A lo mejor pensabas que podrías transmitirle tu preocupación o tu estado emocional (y que eso fuese negativo para él). Pero cuando el proceso y la interacción se enmarcan en la vida familiar, es posible comprobar que muchas de esas creencias limitantes no describen la realidad de lo que sucede.
Una última aclaración
Llorar delante de un niño no es negativo en sí mismo. Por el contrario, puede mostrar un ejemplo de inteligencia emocional. Sin embargo, es menos conveniente que se produzca esa situación de forma frecuente o en un momento en el que el adulto está totalmente desbordado por un episodio en el que siente intranquilidad, desasosiego y un profundo malestar interior. En cualquier caso, no siempre es posible controlar el momento en el que las lágrimas brotan de los ojos. Es una expresión de humanidad que no muestra una forma de debilidad, sino de verdad, sinceridad y resiliencia. Por ello, si alguna vez crees que hubiese sido mejor no llorar delante de tu hijo, no te culpes por ello.
El llanto recurrente puede ser un signo de alarma en una situación en la que la persona necesita ayuda para superar su malestar, alimentar su bienestar emocional y potenciar su energía. Cuando pides ayuda especializada para cuidar de ti mismo, o compartes cómo te sientes con otras personas adultas, también influyes positivamente en tu hijo.
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