¿Qué es la parentificación de los niños en la familia?

Hoy es el Día Mundial de la Salud Mental. Una fecha clave que potencia la visibilidad de aquellos factores que pueden condicionar la calidad de vida de niños y adultos (en circunstancias muy diferentes). El entorno familiar puede convertirse en una fuente de resiliencia cuando se crean vínculos protectores que nutren la autoestima personal. Sin embargo, el hogar también puede mostrar las carencias que se producen en aquellos lazos que no se fundamentan sobre una base sólida.

La parentificación es un fenómeno que puede producirse en la familia. Es un proceso que afecta negativamente a los niños cuando no disfrutan de un estilo de vida que se adapte a su etapa de crecimiento, al rol que les corresponde en el hogar y a su nivel de madurez. La parentificación muestra el peso que cargan aquellos niños que, por diferentes circunstancias, desarrollan comportamientos que son más propios de un adulto. En cierto modo, parecen convertirse en los responsables del bienestar de sus padres o de la organización del hogar (así les hace sentir el entorno).

Niños que no disfrutan de una rutina adaptada a su etapa vital

Es decir, los roles establecidos no quedan perfectamente definidos, sino que se produce confusión en este ámbito. El niño carga con un peso que le impide concentrarse plenamente en objetivos propios de su edad: sus estudios, los juegos con los amigos, su tiempo libre o sus actividades extraescolares. La parentificación se muestra habitualmente en el marco emocional y afectivo. Así sucede cuando la tranquilidad o el estado de ánimo del adulto parece depender del apoyo del menor. En otros casos, la parentificación se refleja en el plano de las acciones y de las tareas llevadas a cabo. Así sucede cuando el niño tiene que atender ocupaciones que no son acordes a su etapa vital.

Es una circunstancia que produce efectos a largo plazo. El tiempo y la energía que el niño necesita para afrontar retos que no son adecuados para su edad, le impiden disfrutar de una rutina similar a la de otros compañeros de clase. ¿Y qué sensación produce este hecho cuando el adulto recuerda su pasado con la perspectiva de la madurez? En ese caso, es probable que tenga la percepción de no haber podido disfrutar plenamente de los años de la niñez. Al propio sufrimiento vivido en la infancia se suma la certeza de saber que ese periodo no puede recuperarse.

Padres que depositan expectativas poco ajustadas en los niños

El niño desarrolla un rol que es más propio de un adulto. Dicho rol se relaciona con el papel de cuidador. Es decir, puede llegar a sentirse responsable del bienestar de los demás. Cuando este proceso se produce, los adultos depositan expectativas poco realistas en sus hijos hasta el punto de que pueden poner en riesgo su propia seguridad. En ocasiones, el trasfondo de la situación pasa desapercibido en el entorno externo al hogar.

El niño crece en un escenario frágil e inestable en el que experimenta un alto nivel de incertidumbre en la rutina cotidiana. Esta presenta constantes imprevistos, desafíos y responsabilidades.

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