Qué es la autonomía emocional y cómo influye en las familias
El concepto de apego adquiere una relevancia esencial en el instante en el que nace un hijo. En ese momento, se forman nuevos vínculos en el marco de la familia. Sin embargo, más allá de cualquier dependencia, cada ser humano está llamado a vivir una historia propia. La autonomía es un aprendizaje que no solo se observa a través del plano corporal, sino que tiene un alcance integral: también tiene un matiz emocional. Por tanto, la educación de los padres debe poner el acento en el desarrollo integral de los niños. Un enfoque que, alineado con la inteligencia emocional, eleva la autoestima, la autoconfianza y el bienestar anímico.
El vínculo afectivo pone el acento en la conexión que existe entre ambos. El “tú” es un espejo de la propia realidad individual. Por ello, el yo se desarrolla por medio de los espacios en los que la persona fortalece su autonomía emocional. Por esta razón, es recomendable no sobreproteger al hijo.
El vínculo con el bebé evoluciona hacia un mayor grado de independencia
Es habitual planificar los espacios infantiles para que se ajusten a las necesidades de los peques. De este modo, ellos encuentran herramientas y medios que se adaptan a su etapa de crecimiento, expectativas y realidad personal. El mundo emocional, sin embargo, no se percibe del mismo modo que una habitación decorada con un estilo propio. Pero el ejemplo es muy visual y, por tanto, ayuda a comprender que, al igual que existe una preparación de las instalaciones del colegio o del propio hogar para fomentar el descubrimiento del entorno, también es posible crear el clima ideal para promover la autonomía emocional.
Existen ingredientes que nutren un ambiente respetuoso y amable: la asertividad, las caricias emocionales, la empatía, la validación de los sentimientos, el acompañamiento y la escucha. Los padres son un apoyo constante para sus hijos. La corregulación emocional, por ejemplo, ofrece el acompañamiento necesario para aprender a gestionar los sentimientos.
Los cuidados que el bebé experimenta durante los primeros meses de vida muestran el grado de dependencia que el ser humano tiene respecto de su entorno en el nacimiento. Sin embargo, el proceso de crecimiento no solo propicia el desarrollo de nuevas habilidades y capacidades, sino que también modifica la estructura de los vínculos afectivos. De este modo, la persona adquiere un alto grado de independencia en su camino hasta la etapa adulta. Pero el propio contexto familiar debe contar con las condiciones ideales para que los hijos desarrollen su libertad.
La autonomía emocional favorece el bienestar integral de las familias
En ocasiones, los adultos se identifican con el rol del cuidador que se convierte en el centro de su día a día. Y, por tanto, se sienten vulnerables cuando sus hijos no requieren del mismo nivel de atención que cuando eran bebés. En ese caso, puede surgir la nostalgia del pasado.
Existen errores muy humanos que ponen un freno a la necesidad de independencia: el chantaje emocional, el victimismo y los reproches son un ejemplo de ello. Recuerda que la autonomía física es muy importante. Pero el crecimiento pleno se muestra también en el plano emocional.
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