Poesía infantil: Las abarcas desiertas
Hoy es un día de alegría y diversión para la mayoría de los niños. Afortunadamente muchos de ellos encuentran, al despertar el día, una pequeña muestra de cariño, de ilusión o esperanza, aunque su situación no sea todo lo idílica que cabía esperar. Pero aunque nos embargue esa alegría, también es un buen momento para reflexionar sobre todos aquellos que se encuentran en situaciones de extrema pobreza, víctimas de alguna enfermedad o sufriendo la crueldad de un entorno que olvida los derechos fundamentales de todo niño.
Es por eso que, en una noche como esta, el poeta oriolano Miguel Hernández tuvo que escribir este desgarrador poema en el que habla de su triste infancia, una infancia marcada por la pobreza y por la desazón al encontrarse sus abarcas (calzado de pastor) siempre vacías, sin un Rey Mago que las colmara de ilusión.
LAS ABARCAS DESIERTAS
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
Poema | Miguel Hernández
Foto | Código Postal
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