Pedir perdón a un hijo: ejemplo de humildad en padres y madres
Aunque el vínculo entre padres e hijos no muestre una estructura completamente simétrica, puesto que la autoridad en la educación se alinea con el compromiso y la responsabilidad de los adultos, ningún progenitor es perfecto. Y el error de inherente al ejercicio de una responsabilidad tan relevante que, además, se desarrolla en circunstancias complejas: ritmo de vida acelerado, dificultades para conciliar, el impacto de los desafíos tecnológicos en la crianza…
El perdón es un acto que refleja una decisión sincera y consciente por parte de aquel que reconoce un error ante el otro. El perdón puede ir más allá de mostrar una disculpa sincera por haber herido los sentimientos del niño ante un hecho puntual. En el día a día se producen muchas circunstancias que, aunque a veces se tapan, se ocultan o se relativizan, también pueden convertirse en un motivo para pedir perdón.
Pedir perdón a un hijo: ejemplo de responsabilidad afectiva y educación en valores
El impacto que este gesto tiene cuando se contextualiza en la comunicación entre padres e hijos es especialmente trascendente. Por una parte, es un gesto que muestra la responsabilidad afectiva del padre o la madre que se hace cargo de un hecho, una decisión o una palabra que ha producido alguna consecuencia negativa.
Por otra parte, pedir perdón a un hijo es un ejercicio práctico de humildad que va más allá de la soberbia, la vanidad, el individualismo o el deseo de tener la razón. En muchas ocasiones, el perdón se convierte en un abrazo o una caricia emocional que devuelve el equilibrio a un vínculo que puede deteriorarse de forma progresiva a partir de la acumulación de conflictos, silencios o emociones no expresadas.
Pedir perdón a un hijo: un acto de responsabilidad hacia uno mismo
Pedir perdón a un hijo es un acto de sinceridad que incide de forma nutritiva en el amor, pero también en la confianza y en la autoridad. Es decir, un progenitor muestra su humildad y su vulnerabilidad cuando reconoce una equivocación. Y el perdón es un paso que acompaña a la rectificación.
El perdón también produce un efecto constructivo a nivel interno porque es un acto liberador. Cuando una situación determinada pesa o preocupa a nivel anímico, se transforma en una carga cuyo impacto crece a través del silencio. El perdón permite exteriorizar una emoción y hacer partícipe al otro de una verdad. Hay situaciones cotidianas que parecen no tener una mayor relevancia cuando se analizan de forma aislada. Sin embargo, algunas de esas situaciones sí generan una huella negativa más a largo plazo cuando, además de repetitivas, no van acompañadas por un cambio significativo. Por este motivo, pedir perdón a un hijo es un acto que puede ser totalmente constructivo para la autoestima del niño en su futuro.
Y es que, quien evita pedir perdón, incluso cuando se equivoca, corre el riesgo de culpar a los demás por sus propios fallos. Por ejemplo, como padre o madre es positivo pedir disculpas al incumplir una promesa cuyo cumplimiento depende de uno mismo.
Comentarios cerrados