Partos que se adelantan (II)
En un artículo anterior hemos hablado de esos factores de riesgo que llevan a que un parto se adelante, ahora vamos a conocer otro tipo de características que pueden ayudarnos a evitar, en el caso que se pudiera, o a sobrellevar este momento del mejor modo posible.
En primer lugar debemos saber que los síntomas de la llegada del parto son iguales a los de uno llevado a término: contracciones uterinas regulares, goteo vaginal de fluido transparente o sanguinolento, calambres abdominales o dolores en la espalda. Aunque estos síntomas no sean exclusivos de la llegada del parto, sí debemos acudir al ginecólogo cuanto antes. Pero si se ha roto la bolsa o hay sangrado, hay que acudir de inmediato al hospital.
Si la amenaza de parto sucede pasada la semana 34, los ginecólogos no la suelen parar, ya que el bebé está suficientemente maduro para su nacimiento. En caso de no llegar a esa semana y si la bolsa está intacta y el cuello del útero no se ha dilatado mucho, suelen administrar una serie de fármacos que frenan las contracciones durante 48 horas, tiempo que aprovechan para tratar con corticoides la maduración de los pulmones del bebé. En algunos casos, con reposo, se logra prolongar la gestación. Si la bolsa está rota y, dependiendo de la fisura, se podrá alargar el momento del parto o provocarlo, eso sí, tratado siempre con antibióticos.
Aunque este tipo de parto no tiene porqué conllevar más riesgos que los normales, es cierto que pueden surgir algunas complicaciones, sobre todo si lo ha desencadenado infecciones vaginales o urinarias o, también, cuando el útero no está preparado para el nacimiento. Por este motivo y, a fin de evitar el sufrimiento para el bebé, muchos ginecólogos determinan practicar una cesárea. Hay muchos padres que, tras encontrarse en esta situación, necesitan apoyo psicológico a fin de entender y aceptar esta nueva etapa que se abre en su vida.
Vía | Ser Padres