Niños sin miedo al dentista
Antes de llevar a mi hija al dentista por primera vez, pensé que lo mejor era asegurarme de que no tuviera una experiencia traumática, sobre todo porque eso nos podrÃa traer inevitables disgustos a lo largo de los años. Las experiencias negativas que se imprimen a fuego en la memoria infantil, se transforman en fantasmas que, de forma constante, aparecen, incluso, hasta bien entrada la edad adulta.
En principio no tenemos porqué dudar de las cualidades, ya no profesionales, si no de trato y simpatÃa de nuestros médicos, pero es cierto que, al igual que en otras profesiones y materias, no todos servimos para tener un trato y tacto especial cuando se trata de niños. Por eso, en la clÃnica a la que yo acudo de forma habitual, cuando les planteé que necesitaba llevar a mi niña, mi odontólogo me aconsejó que la visitara una compañera suya. Aunque al principio me quedé algo perpleja, la clave era más que evidente.
MarÃa es la odontóloga de mi hija y le ha curado alguna caries, le ha echado la reprimenda por los descuidos en el cepillado y, mientras le ajustaba la terrible ortodoncia, le contaba historias de sus niños pequeños que, también, se resistÃan al «poder del cepillo». MarÃa consiguió quitarle a mi hija ese miedo, casi innato, a las batas blancas que te obligan a abrir la boca hasta lÃmites insospechados.
Pero reconozco, ya sin modestia, que yo también tuve mi parte para que ese horror desapareciera. La llevé conmigo unas cuantas veces a mis revisiones dentales, siempre las menos graves, y aguanté como una campeona los envites de la jeringua, las sondas y las pinzas, agradeciendo, después, que aquella sonrisa mÃa luciera tan fresca, limpia y bonita. Asà que, para mi pequeña, todo eran ventajas cuando acudÃa al dentista. Y no sólo eso, también cuando dÃa a dÃa seguÃas el ritual del cepillado y la limpieza bien a fondo.
Otro truco que me sirvió, y mucho, era hacer algo divertido cuando salÃamos de la consulta. Ir a la biblioteca a por la última aventura de Gerónimo Stilton, alquilarnos una peli en el videoclub o comernos un helado de yogur con tropezones en la heladerÃa de enfrente, que un dÃa es un dÃa y los dientes son para siempre.
Foto | Diario Femenino
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