Nacer en otoño e invierno, todo un mundo de ventajas
Si estás a punto de dar a luz o si te quedan algunos meses camino al invierno, es posible que andes un poco preocupada por los cambios de temperatura que va a tener que sufrir tu bebé. Hablar de las bajas temperaturas supone hacer una asociación inmediata con el frío, los catarros, los mocos, los virus y la protección extrema ante un ambiente que nos resulta, mayormente, hostil.
Sin embargo no tiene porqué ser así. Nacer en las épocas más frías del calendario tiene múltiples ventajas, al menos así lo avalan algunas investigaciones que afirman que nacer en esta época puede ser un seguro de larga vida para nuestro bebé.
Vida más larga y con menos problemas de visión
Tanto desde el Instituto Max Planck, en Alemania, como desde la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, nos llegan varias investigaciones en las que se ha comprobado que aquellos niños que nacen entre los meses de septiembre a diciembre existe una posibilidad más fiable de que lleguen a ser centenarios. No en vano, y según la información de los estadounidenses, haciendo una comparativa entre familias, los que nacieron en este periodo tuvieron una vida más larga que sus hermanos nacidos en primavera. De hecho se habla de un 40 por ciento más de probabilidades de ser más longevos.
Otra investigación llega desde Israel y Gran Bretaña y viene relacionada con la salud visual de los niños nacidos con el frío. Se ha demostrado que los peques que nacen en verano son más propensos a tener problemas oftalmológicos como la miopía, al parecer podría ser por la exposición al sol y su efecto sobre la vista del recién nacido.
Huesos más fuertos, más altos y más inteligentes
Si el niño nace entre octubre y febrero, querrá decir que gran parte del embarazo ha transcurrido durante el verano. En esa época solemos salir a la calle, la playa y recibir de forma directa los rayos de sol. Y ¿qué nos ofrece el sol además de un bonito bronceado?: buenas dosis de vitamina D. Esta vitamina es fundamental para la formación de nuestra estructura ósea, y puesto que traspasa la placenta, nuestro bebé se formará con unos huesos especialmente duros y fuertes.
Otra investigación llegada desde Estados Unidos, concretamente desde la Universidad de Harvard, ha comprobado que los niños nacidos en invierno eran más altos, pesaban más y, con el tiempo, demostraban tener mejores cualidades intelectuales. Según los expertos la clave podría estar en que la embarazada lleva mejor su alimentación en los meses estivales, con abundantes vitaminas; también la exposición al sol; una temperatura elevada constante; y un menor riesgo de infecciones.
Vía | Ser Padres
Fotos | Lets family y Comprometidos con tu vida
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