Miedo al pediatra
Aunque durante los primeros meses de vida de nuestro bebé las visitas al pediatra son habituales, llega un momento en el que, sin saber muy bien porqué, el pequeño empieza a sentir cierta aversión y miedo con la sola presencia del facultativo. De una semana a otra, lo que hasta ahora había sido una visita, más o menos, normal se convierte en una pesadilla donde incluso, algunos niños, expresan verdaderos ataques de pánico.
Esto es debido a que a partir de los seis meses y hasta el año, aproximadamente, el niño manifiesta el miedo a la separación. Es en ese momento cuando el pequeño toma conciencia de que un ser «extraño» le anda manipulando y cogiendo, dejando a su mamá demasiado lejos. A esto hay que sumar, evidentemente, todos los «daños» que le produce esta manipulación del pediatra que le «amenaza» con un montón de raros artilugios: pinchazos, examen de oídos con el otoscopio, el palito para mirar la garganta… No debemos olvidar que durante esta etapa nuestros niños se encuentran extremadamente sensibles y el miedo es una reacción natural aunque no todos lo manifiesten de igual modo.
Sin lugar a dudas, la mejor forma de que tu niño pase la visita del pediatra de la mejor forma posible es con la inestimable ayuda del médico. Más allá de que cada niño tiene su propia forma de ser y de manifestar sus temores, la pericia y sensibilidad del doctor van a ayudarnos mucho a que ese encuentro sea lo menos traumático posible. Mirarles con dulzura, hablarles suavemente y explicarles todo lo que se les va haciendo es una forma de que adquieran esa confianza que, a priori, les falta.
Cuando los niños ya son algo más mayorcitos, entre los 2 y 3 años, siempre viene bien que en la consulta tengan algún juguete con el que el pequeño se entretenga mientras es examinado. De alguna forma su mente asocia, también, la visita al pediatra con la diversión. También es en esta época cuando el pequeño ya verbaliza sus emociones: «tengo miedo», «voy a llorar», «no quiero ir al médico»… Lo importante es que hablemos con él y le tranquilicemos. El miedo y el llanto son una forma de expresar las emociones y, para nada, son negativas ni suponen síntoma de traumas o sufrimiento. Eso sí, siempre que no resulten desproporcionadas, en ese caso lo mejor es consultarlo con el pediatra para mejorar la situación emocional del niño.
Vía | Con mis hijos
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