Medir la cabeza del bebé, ¿por qué?
Una de las pruebas obligadas que se realizan a nuestro bebé a lo largo de sus primeros dos años de vida es la de la medición de su cabeza. Incluso antes de nacer, y a través de la ecografía, se tiene en cuenta su tamaño y el crecimiento que va realizando a lo largo del tiempo. Pero seguro que alguna vez te habrás preguntado por qué le dan tanta importancia a estos centímetros de más o de menos.
Nuestro bebé, nada más nacer, ya se convierte en un cúmulo de cifras: gramos para su peso, centímetros para su estatura y también para el contorno de su cráneo. Estas mediciones seguirán siendo regulares en cada visita al pediatra, en las obligadas revisiones que debemos realizarle a lo largo de este tiempo. Y una fundamental es la de medir su cabecita ya que de este modo se podrá valorar si el ritmo de crecimiento de su cerebro es el adecuado.
No debemos olvidar que el cerebro sigue creciendo tras el nacimiento, de hecho es el órgano que más crecimiento experimenta después del parto. La media, en los recién nacidos, es de unos 34 centímetros, algo más en los varones. Durante el primer año, el perímetro craneal aumentará hasta conseguir unos 12 centímetros más, ralentizándose a lo largo del segundo año.
Aunque muchos bebés presentan, en el nacimiento, una cabeza desproporcionada a su cuerpo, no debemos preocuparnos, ya que se irán equiparando a lo largo de los meses, consiguiendo la proporción adecuada. Pero es más preocupante cuando el pequeño no lleva el ritmo necesario en el crecimiento de su cabeza, ya que esto indica que puede existir un problema en su desarrollo.
Lo normal es que la cabeza y, por consiguiente, el cerebro, crezcan al paso adecuado, pero si no es así nos podemos encontrar con problemas serios como la microcefalia, mientras que si el ritmo es excesivo, entonces el abanico de posibilidades se hace mucho más amplio: macrocefalia, hidrocefalia, meningitis, incluso tumores o distintos síndromes menos habituales.
Vía | Ser Padres
Foto | Bebés en camino
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