Me siento como un caracol

Me siento como un caracol

Escrito por: Alicia Medina    17 diciembre 2008    2 minutos

Y no tanto por lo pesada, porque en ese caso, más bien me debería comparar a una vaca, o porque lleve la casa a cuestas en el bolso, sino más bien por la velocidad. Cada vez soy más lenta. No me puedo permitir ni correr, ni acelerar mis movimientos porque entonces lo único que consigo es cansarme.

Cuanto más avanzado está el embarazo, más notaremos la falta de oxígeno y tendremos que relajar nuestro ritmo. El útero es más grande y comprime nuestro diafragma, que cambia de posición hasta 4 centímetros más arriba de lo habitual. Además, necesitaremos más oxígeno para nosotras y para nuestro bebé, ya que él sólo puede respirar mediante el cordón que está conectado a nosotras a través de la placenta (sus pulmones son los últimos en formarse y además sólo podrá respirar con ellos cuando nazca).

El crecimiento del útero hace también que nuestros pulmones sean menos capaces de retener el aire (lo que se denomina capacidad residual funcional). Aunque nuestra ingesta de oxígeno por el contrario se incrementa, es verdad que nuestra necesidad de disponer de él también, tanto por lo que comentábamos de hacerle llegar el oxígeno al bebé como a otros músculos como el corazón.

Además, nuestra respiración también cambia de abdominal a torácica y podemos tener congestión nasal y hemorragias por el incremento de estrógenos. La respiración se tornará fundamental en el momento de la dilatación y del parto para controlar las contracciones, relajarnos y oxigenar al bebé.

Así que es muy importante respirar bien, hacer ejercicios moderados y ejercitar las respiraciones (abdominal – cuando el aire que inspiramos inunda hasta nuestra tripa – torácica – cuando inspiramos y llenamos la parte superior del torso – y completa – cuando tomamos aire y se llena tanto nuestro abdomen como nuestro torso).

Y no importa ser caracoles, ya volveremos a ser gacelas después de dar a luz.

Imagen | EnCuentos

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