Madres excesivamente posesivas
Yo he tenido siempre una opinión muy clara sobre los hijos, no son ni del padre ni de la madre, ni siquiera de ambos. Si tienen que pertenecer a algo, sería a la familia y todos tienen derecho a disfrutar de y con ellos. Igualmente considero que en caso de necesidad la familia debe velar por los pequeños. Nunca he tenido reparos en que a mis niños los cogieran de bebés y me ha resultado totalmente natural compartir todos los aspectos de sus vidas con su padre. Es cierto que él tiene la misma forma de verlo, no había turnos para cambiar pañales ni ayudas de uno a otro, era algo que hacíamos con total naturalidad, el que estuviera más disponible. Y así hemos seguido según van creciendo. Sin embargo una conversación con una conocida hace unos días me hizo replantearme mi posición.
No he cambiado de opinión, los niños no son de la madre por haberlos parido, mis hijos son igualmente hijos de su padre, para lo bueno y para lo malo. Para educarles y malcriarles, para los juegos y las noches en vela. No me imagino separada, afortunadamente, pero estoy segura que ninguno sería capaz de pedir una custodia que no fuera compartida, porque ambos sabemos que los niños nos necesitan a los dos en igual medida.
Pero, volviendo a la conversación que mencionaba, esa mamá me contó que cuando nació su bebé tuvo un sentimiento posesivo enorme, que sentía que el niño solo estaba seguro con ella y le costaba incluso dejárselo al padre. Con el tiempo se extraña de aquella actitud, fruto probablemente de la carga hormonal. Entiendo por primera vez que una mamá puede reaccionar así, no por ser una egoísta o por verlo lógico, sino por las circunstancias. Seguiré sin entender a la que lo ve como lo más natural, para eso haberlo tenido sola.
Leía hace unos días a Rosa Villacastín en su blog en El Mundo un artículo llamado La mala utilización de los hijos. Habla en él de madres que sienten a sus hijos como una posesión y que ante una separación no permiten a los padres ejercer como tales, limitando o dificultando las visitas y el contacto. En concreto se centra en Patricia Conde, quien tiene un bebé de 10 meses.
No tengo ni idea de las circunstancias de esa separación, ni siquiera sabía que se hubieran divorciado, ya he comentado mi incultura rosa en más de una ocasión. Pero, al leer que el pequeño es un bebé tan chiquitín me he acordado de la conversación con esa otra mamá. Quizá ella está sufriendo ese egoísmo maternal pasajero, quizá la separación tuvo que ver con su papel como padre o a lo mejor no, y no es más que una sinvergüenza más que usa a su hijo como moneda de cambio para lograr algo. Pero no debería ser tan sencillo juzgar y opinar sobre las personas, y mucho menos sobre una madre tan reciente.
Eso no quiere decir que no crea que ese sentimiento de posesión sea malsano y necesite, probablemente, la intervención de un especialista, sobre todo por la salud emocional del pequeño.
Foto | La Cosa Rosa