Lenguaje corporal (III)
En ocasiones veremos que están jugando muy concentrados y por más que les hablemos nos ignoraran. Pero lo que debemos tener en cuenta es que el niño de dos años es aún incapaz de hacer dos cosas a la vez, o nos escucha o juega. Y si lo que estamos diciendo no es interesante para él, su atención continua sumergida en el dulce lugar de juegos en el que se encuentra. Debemos captar su atención de forma inteligente, en lugar de reclamarla a gritos.
La mejor forma de llamar su atención es ofrecerle algo atractivo. Por ejemplo, podemos plantearle la próxima acción como un juego: ¿y si hacemos una guerra de esponjas, en lugar de informarle de que ha llegado el momento del baño? Si nuestra alternativa no le resulta atractiva es importante que nos coloquemos a su altura, captemos su atención visual (estableciendo contacto ocular) y en tono claro y firme, con pocas palabras, le contemos qué es lo siguiente que vamos a hacer, acompañando nuestras palabras por acciones.
Otra actitud normal es que de repente, y sin motivo aparente se pone nervioso, grita, llora. Todos los enojos infantiles tienen un porqué. El niño manifiesta su conducta a través de las emociones. En estos casos, si cambiamos sus sentimientos, modificará su conducta automáticamente. Cuando parece que no hay una razón para la rabieta, la causa suele ser el cansancio. Nuestro hijo recibe diariamente miles de estímulos nuevos y llega un momento del día en que, simplemente, ya no puede más. Se siente desbordado, sobrecargado y puede perder el control.
Lo mejor es tomarlo con firmeza y abrazarlo hasta que se relaje. Reconozcamos en vos alta lo cansado que está y favorezcamos un ambiente en el que pueda descansar un poco.
Fuente | Para Ti Mamá
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