Las malas costumbres
Como ya comentábamos en nuestro artículo anterior, muchas son las causas que pueden llevar a nuestro niño a adoptar ciertas malsanas costumbres. Ahora vamos a conocer algunas de las más frecuentes.
- Chuparse el dedo. Los bebés nacen con el instinto de succionar. Hasta el tercer mes no tienen la coordinación necesaria para mantener mucho tiempo el dedo dentro de su boca. Entre los 6 y 9 meses es cuando nuestro niño utiliza más esta técnica, sobre todo para relajarse antes de dormir o si tiene hambre. Al cumplir el primer año este hábito suele desaparecer, sólo si permanece refleja situaciones de miedo, inseguridad, aburrimiento o falta de adaptación al medio. Este hábito, prolongado más allá de esta edad, puede producir malformaciones dentarias o mandibulares, incluso impedirles hablar correctamente. Igual hay que tratar si, todavía usa chupete, se muerde las uñas o se enrosca el pelo.
- Hurgarse la nariz. Desgraciadamente no es un hábito exclusivo de niños, con lo cual lo más probable es que se produzca por imitación. También puede suceder que les moleste alguna mucosidad e intenten despejarse las fosas nasales a «golpe de dedo», para ello lo mejor es desviar su atención y, sobre todo, cuando ya tienen 2 o 3 añitos, enseñarles a sonarse debidamente.
- Tics. Parpadeos constantes, muecas, carraspeos, movimientos de hombros… Suelen ser un síntoma de gran preocupación para los padres, ya que los relacionan con la enfermedad o falta de inteligencia o problemas emocionales. Lo único que nos debe preocupar es si nuestro niño sufre con su tic. Hay que evitar de ellos a todo momento, restarle importancia y no reprenderle por algo que se produce de forma ‘semiinvoluntaria’. Debemos fortalecer su autoestima y eliminar los prejuicios que pueden generarse en su entorno.
- Súplicas y gimoteos. Es lógico que si están enfermos, cansados o indefensos, los niños gimotean. Pero también hay otros que utilizan esta técnica para conseguir sus própositos a la par que martirizan a sus progenitores. Para estos hábitos la mejor medicina es la entereza y la paciencia. Ellos conocen nuestros puntos débiles y saben que es cuestión de tiempo conseguir su propósito. Primero debemos hablarles, haciéndoles razonar, si persiste, podemos ignorarlos y, como última medida, distraer su atención llevándolos al aire libre, seguramente en el parque encontrarán motivos para olvidarse del martirio. Lo fundamental, en este caso, es no ceder a sus chantajes.
Vía | Con mis hijos
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2 comentarios
Totalmente de acuerdo con lo de que los niños muchas veces imitan los comportamientos de los mayores. Lo de hurgarse la nariz es algo que hacen unos y otros, pero también las súplicas y los gimoteos para conseguir algo de alguien. Muchas veces nos olvidamos de que los más peques son «esponjas» que todo lo que ven acaban imitándolo…
Por eso seguimos pensando que la educación de nuestros niños se basa, principalmente, en los comportamientos que ven a su alrededor… al fin y al cabo las palabras, que no se basan en hechos, se las lleva el viento.