Halloween: ¿quién teme al monstruo? (racionalizando los miedos)
En este post hablábamos sobre las cinco emociones básicas, y la importancia de respetarlas y acompañarlas, pues – al contrario de lo que muchas personas aún piensan – ninguna de ellas es ‘más buena o más mala’, sino que tienen una misión que cumplir, regulando incluso la respuesta corporal ante determinados estímulos. En aquella ocasión nos referíamos a las emociones de Riley (la protagonista de “Inside Out”), y hoy me quiero recrear un poco más en el miedo, porque me he hecho la siguiente pregunta: ¿es dañino para la mente de un niño ‘jugar con el miedo’ con motivo de la celebración de Halloween?
Más concretamente (por afinar que no quede), ¿estamos forzando sin querer los mecanismos relacionados con las emociones al sumergirlos en una celebración que se muestra cual explosión de monstruos y ‘compañía’ paseándose por las calles, y lectura de historias de terror? Sinceramente creo que no, pero ese NO está condicionado al respeto hacia lo que ‘el otro siente’, y a la presentación de Halloween como una tradición, no como una fiesta macabra. Me gustaría saber también vuestra opinión, así que, ¡ya sabéis!, estáis invitados a dejar los comentarios al pie del post.
Empezando por el principio
Es natural tener miedo en ocasiones, como lo es sentir enfado o alegría…, es natural también estar triste
Halloween puede convertirse en una situación de vulnerabilidad para niños muy pequeños, altamente sensibles, o que estén pasando un momento complicado en sus vidas, eso es verdad. Sin embargo deberíamos desdramatizar, en primer lugar porque la celebración responde a una tradición (tan bonita como olvidada, por cierto), y en segundo porque no es más que una performance en la que los artistas son la gente ‘de a pie’. Si que es verdad que parece írsenos un poco de las manos, pero más en cuanto a los excesos (muchas chuches, mucho afán de protagonismo) que debido al miedo que podría dar.
Nos encontramos entonces con una disyuntiva, ¿Halloween es divertido pero da miedo? los niños que ya no son bebés ni muy pequeños (o sea a partir de 6 / 7 años) suelen disfrutar con juegos de miedo como darse sustos, esconderse para salir al encuentro de otro provocando un sobresalto, jugar al escondite en la oscuridad; son formas de dominar el temor. Más adelante muchos se aficionan (aunque los padres nos sorprendamos) a las historias de auténtico ‘terror’, y se las relatan unos a otros; de hecho es uno de los géneros literarios preferidos entre una buena parte de los preadolescentes.
Hay otras formas menos espontáneas de que jueguen con el miedo, y son todas aquellas que permiten ‘cosificar’ la emoción: un dibujo, una figura, que puedan cambiar a su antojo, e incluso romper; pero el caso es que experimentar con las emociones no tiene nada de malo, siempre que no se lleve al extremo.
’Sacar afuera’ el miedo
Hace unos días, nos planteábamos presentar en el blog este tema y yo me preguntaba si no sería exagerado mezclar churras con merinas, o sea: afirmar que hacemos daño a los niños exponiéndoles a una fiesta terrorífica basada en el culto a los muertos y su mundo. Al pronto pensé que dada la ingente cantidad de estímulos inapropiados que reciben a diario los niños, parece una mojigatería la afirmación anterior; pero ahora me doy cuenta de que no se trata de eso (puesto que tales estímulos deberían ser regulados por los adultos y no aceptados), sino de que en realidad no hay nada de malo en recrear ese culto del que hablo, porque es una forma distendida de enfrentarse a uno de los peores temores que tienen los niños: la muerte como parte del ciclo vital.
Los padres tenemos la posibilidad de ayudar a gestionar las emociones para que no les hagan daño: podemos (y debemos) escucharles, que no nos de ‘miedo’ hablar en casa sobre el ídem, aprovecha el recurso de poner palabras a los sentimientos, etc.
¡No fuerces!
Ni que decir tiene que si un niño no quiere celebrar Halloween, no está obligado a hacerlo, ¡faltaría más!, es una fiesta… ¿quién se divierte estando en un sitio / situación que no le gusta?
Por otra parte, si que hay que tener mucho cuidado con los niños de hasta 5 años, porque realmente están construyendo ‘su miedo’ y podrían desarrollar aversión a la festividad, o tener pesadillas. En estos casos conviene organizar una fiesta light, incluso con disfraces que no sean de esqueletos o vampiros. Si estos peques tienen hermanos, se pactará con los últimos para que no les asusten, y les hagan ver que quien está debajo de la máscara de la muerte, es ‘el pesado de su hermano mayor’ (y digo esto en tono de broma).
Me queda por decir que si implicas a los niños en la preparación (decoración, planear el recorrido, dulces que vais a realizar, etc.) también les estás preparando poco a poco para que se lo pasen ‘de miedo’ en la noche más monstruosa.
Fotos | Flickr-chefranden, Flickr-markow76 y Flickr-New Brunswick Tourism | Tourisme
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