Grupos de amigos: el valor del juego con otros niños
El juego no solo puede expresarse y desarrollarse de forma individual, sino que también promueve el encuentro y la relación social. Por ello, aunque los juegos en el hogar reúnen a la familia alrededor de experiencias compartidas, el contacto con el grupo de iguales es clave durante la infancia. Por ejemplo, el niño va creando un círculo de confianza con algunos de sus compañeros de clase, vecinos del barrio o amigos con los que se encuentra en la plaza del pueblo de sus abuelos cada fin de semana.
El juego también puede cultivarse de forma autónoma, en momentos de soledad que muestran la capacidad que tiene el niño de crear un universo de diversión y creatividad con los recursos que tiene a su alrededor. Sin embargo, el juego compartido ofrece la ventaja del encuentro con los demás.
El juego con otros niños: un fin en sí mismo y un medio positivo
El juego con otros niños favorece el entretenimiento positivo. Pero el contexto también promueve otros aprendizajes como el cumplimiento de las normas que acompañan a cada dinámica, el desarrollo de habilidades de comunicación o el sentido de pertenencia.
De este modo, el juego con otros niños es un fin en sí mismo cuando se interpreta como un alimento que nutre el bienestar infantil. Pero, además, es un medio que ofrece frutos más a largo plazo. La creación y consolidación de vínculos que se fortalecen por medio de los momentos compartidos es un claro ejemplo de ello. La participación en grupos que favorecen la conexión con los demás también promueve el aprendizaje de nuevos roles como, por ejemplo, el niño encuentra un espacio que puede ayudarle a desarrollar su liderazgo. El juego con otros niños produce una huella en el ámbito de la comunicación, la conexión emocional, el desarrollo integral y los valores que alimentan los cimientos del bien común.
Espacios que promueven el juego con otros niños
A pesar de que el juego con el grupo de iguales sea tan relevante en la etapa infantil, la sociedad actual destaca por una forma de juego más individualista. Se reducen los juegos en la calle y crece el tiempo en casa. Sin embargo, hay entornos que promueven el encuentro con otras personas que tienen una edad similar: el patio del colegio, los parques al aire libre y las áreas de juego favorecen esta experiencia. El propio hogar también puede convertirse en un entorno de bienvenida y espacio compartido como sucede cuando el niño invita a otros amigos a jugar en casa.
Por otra parte, también surgen espacios de juego compartido en torno a vínculos que se forman en clases extraescolares y actividades que se realizan fuera del horario escolar. Algunos niños juegan durante un rato antes o después de la actividad en la que participan. Los juegos también están muy presentes en algunas de las actividades que se programan durante la época estival como los campamentos de verano.
La memoria de los juegos compartidos es tan alargada en el tiempo que, con frecuencia, algunos de los recuerdos que surgen en la etapa adulta tienen la forma del entretenimiento compartido en común con otros niños.
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