Gratificación aplazada en niños: ¿Qué consecuencias produce?
Existen diferentes estímulos que se perciben como un premio. Una dulce recompensa que puede disfrutarse de manera inmediata o, por el contrario, dentro de un rato. La gratificación retardada hace referencia a esta última cuestión. En ese caso, se aplaza el instante en el que el niño obtiene ese valor. Es una capacidad que se adquiere, se entrena y se ejercita de manera gradual.
El entorno familiar y educativo acompaña al niño en un proceso de aprendizaje en el que desarrolla recursos, habilidades y destrezas para posponer una recompensa con un propósito positivo. Es una preparación esencial para planificar y conseguir objetivos a medio o largo plazo. Y el cumplimiento de la meta definitiva representa el valor del logro en letras mayúsculas.
La demora de la gratificación influye positivamente en el bienestar infantil
La gratificación inmediata resulta muy atractiva, incluso, para el adulto. ¿Pero qué puede llegar a ocurrir si el comportamiento está permanentemente condicionado por la necesidad de satisfacer un deseo determinado? Se reduce la capacidad de tolerar la frustración, la paciencia o el límite. El autocontrol es esencial para postergar la gratificación. Y muestra la importancia de establecer un orden de prioridades que potencie el bienestar y el desarrollo personal.
La gratificación externa complementa la motivación interna. Pues bien, este último factor se fortalece cuando se alinea con un propósito que no siempre es inmediato. Con frecuencia, es necesario atender otras responsabilidades, aunque haya una amplia oferta de alternativas que resulten más apetecibles. Por ejemplo, el niño se concentra en la realización de los deberes y disfruta del tiempo de juegos después de haber finalizado las tareas. La secuencia descrita puede vincularse con otras muchas situaciones de la vida diaria.
Por ejemplo, también está presente en la relación con los alimentos. Imagina que tu hijo quiere tomar un dulce en la hora de la comida, pero decides guardarlo para otro momento.
¿Qué beneficios ofrece el aplazamiento de una recompensa durante la infancia?
Este aprendizaje es positivo para el ser humano porque alimenta su potencial. Pero adquiere una relevancia añadida en un contexto tecnológico que destaca por el ritmo de la accesibilidad, la cercanía o la inmediatez. El deseo de alcanzar una satisfacción inmediata conecta directamente con la individualidad. Pero los niños viven y crecen en sociedad. Se relacionan con la familia, con los amigos, con los vecinos del barrio y con sus compañeros de clase. Participan en entornos en los que existen normas y límites que favorecen la convivencia social, la armonía y las relaciones significativas. Los límites también son esenciales para aprender a esperar.
El desarrollo de esta capacidad produce consecuencias positivas porque alimenta la constancia en los niños. La capacidad de postergar una recompensa incide de forma directa en el desarrollo de la voluntad, pero también de la razón que se centra en los motivos por los que es conveniente priorizar una opción frente a otra. En consecuencia, es una capacidad que interviene en las decisiones. La educación familiar influye en la disposición para esperar. Por este motivo, si haces una promesa a tu hijo, es positivo que cumplas tu palabra.
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