Del garabateo al naturalismo: etapas del dibujo infantil
Si bien no hace mucho que Sacra nos introducía en un tema apasionante, como lo es el dibujo infantil, centrándose en la representación de la figura humana; hoy me gustaría exponer las llamadas ‘etapas del realismo’, definidas por G.H. Luquet. Este filósofo francés que nació en 1876, dedicó buena parte de su vida a estudiar la comunicación mediante la imagen.
Cuando tenemos acceso a todo tipo de información, es fácil conocer el mundo que nos rodea, acogiéndonos a unas u otras teorías, el conocimiento (parcial muchas veces) nos permite incluso opinar. Sin embargo ser pionero no es nada fácil, porque ‘antes de empezar a andar debemos desbrozar el camino’. Y eso le pasó a Luquet, porque antes que él apenas se había estudiado el dibujo infantil, y después de él, sus tesis fueron tan relevantes como para que Piaget las retomara.
A Luquet lo motivó la observación en primera persona de los dibujos de su hija
Este pensador definía el dibujo como el conjunto de trazos que como intención tienen representar un objeto, independientemente de la consecución de la meta. Es dibujo si se desea representar, si se hace algo para lograrlo (el niño que agarra una pintura para trazar), y además se interpreta la propia obra, manifestando así su contenido.
A no ser que tengamos una profesión relacionada con la educación infantil, raramente reflexionamos acerca de lo importante que es el dibujo para simbolizar el pensamiento de un niño respecto al objeto o persona dibujados. Y no sólo como símbolo, sino para expresar la personalidad, las emociones, incluso los conflictos que sufre.
Por eso me ha llamado la atención saber que hay cuatro etapas llamadas: realismo fortuito, dibujo frustrado, realismo intelectual y realismo visual. Por eso, y porque hace dos días hablé con la ilustradora Maribel Pierola (la conoceréis por algunos cuentos de EDEBÉ, o quizás por haber formado parte de la Escuela Massana de Barcelona). Me estuvo contando cuánto es de importante proporcionar estímulos a los niños que ya se encuentran en el realismo visual (7 a 9 años), puesto que las perspectivas quedan reducidas a una, y la convencionalización de lo representado, puede desmotivar al pequeño dibujante.
El dibujo hasta los ocho y nueve años es intencionadamente realista al representar lo que se conoce de ‘la realidad’. No obstante, en las primeras etapas, no se han desarrollado ciertas estructuras mentales, por lo que cuando son muy pequeños todavía hablamos de un dibujo idealista.
Del garabateo al naturalismo
Entender un poco el dibujo infantil sirve también para acercarnos a sus esquemas mentales. Hay niños que cogen el lápiz a los 2 años, otros que a los 18 meses ya intentan sujetar una cera gruesa e intentan acercarla al papel. La intención es la misma que cuando a partir de los 7 años, las formas empiezan a definirse, y esto que parece una generalización, deja de serlo en función del interés que despierte el dibujo en los niños, o de la disponibilidad de materiales para dibujar.
El realismo visual, también implica que objetos y personas dibujadas van a tener una relación entre ellos, y la perspectiva ayuda a que los elementos que a nosotros no nos interesan (a priori), sean vistos gracias a las manitas de nuestros hijos, y a la caja de lápices.
Tras esa fase, irrumpe la del Realismo Pleno entre los 9 y los 12 años, posibilitando dibujos más fieles a lo representado, y capacidad para representar paisajes enteros, incluso emociones. Hay otras características llamativas como que la línea de base desaparece en pro de un suelo plano.
Mi intención es la de haceros notar lo interesante que puede resultar observar la evolución en los dibujos de nuestros hijos, tanto como escucharles cuando nos manifiestan su contenido. Y voy más allá: si somos capaces de detectar cuando el niño o la niña pueda necesitar una ayuda externa, o materiales más específicos, no sólo apoyaremos que continúe mejorando, sino que le ayudaremos a expresarse mejor.
Foto | Flickr-chrstphre
Más información | Luquet
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