Exterogestación del bebé: una etapa única de la vida
El embarazo pone de manifiesto la naturaleza de un vínculo muy especial. Sin embargo, cuando nace el bebé, el pequeño continúa con su proceso de crecimiento, desarrollo y formación. Un recién nacido no es un ser plenamente autónomo, sino que necesita del acompañamiento frecuente de su madre. El término exterogestación hace referencia a esta cuestión. Y, conviene puntualizar, que el periodo aproximado en torno al que transcurre este proceso vital, es de nueve meses.
Desde esta perspectiva, se produce una segunda gestación exterior que impulsa el bienestar del menor. Esta línea del tiempo está en estrecha relación con el embarazo y el parto. La exterogestación, en definitiva, completa la etapa previa.
La gestación exterior
El vínculo materno-filial en esta etapa está caracterizado por la dependencia que plantea la necesidad de cuidado constante. Sin embargo, hay algo que ha cambiado respecto al periodo de embarazo: el bebé se encuentra en un proceso de adaptación al mundo.
El inicio de la vida está acompañado por la vulnerabilidad que produce la imposibilidad de atender de forma autónoma las necesidades básicas. Pero, también, por la fortaleza de un amor que nutre y protege al bebé. A partir de los nueve meses, va ganando una mayor autonomía de un modo gradual. El cerebro del niño no ha alcanzado su potencial en el nacimiento, sino que adquiere nuevas habilidades a lo largo de su crecimiento.
Nacer es un hecho relevante en la biografía de un ser humano y en la historia familiar. Pero este dato temporal no constituye un verdadero punto de inflexión para un ser que necesita seguir formándose y desarrollándose. La exterogestación proporciona el espacio de seguridad, confort y bienestar que requiere el bebé en esta etapa de la vida. Es decir, es un cuidado que atiende sus necesidades. El bebé tiene un vínculo muy fuerte y cercano con su padre y su madre.
Este periodo de la existencia, por otra parte, contrasta con las dificultades que tienen las familias para conciliar la vida profesional con la vida personal. Por otra parte, el ritmo actual, que está tan marcado con la prisa y las expectativas, no está alineado con el compás propio de las necesidades del bebé. Existen situaciones que pueden vivirse como una contradicción entre las circunstancias externas y la situación actual.
Completar el desarrollo cerebral
A partir de los nueve meses que constituye el tiempo en el que se prolonga la segunda gestación, el bebé cuenta con capacidades que incrementan su autonomía. Por ejemplo, este es el periodo aproximado en el que comienza a gatear y empieza a interactuar más con los demás. Se comunica con los que le rodean a través de su lenguaje corporal, las expresiones faciales, el balbuceo y el llanto. La exterogestación es, por tanto, un periodo clave para impulsar el desarrollo cerebral.
Un desarrollo cerebral que, por otra parte, se encuentra en torno al 25 por ciento en el momento del nacimiento. Los abrazos, atenciones, la presencia consciente, el alimento, el tiempo y los cuidados que recibe el menor por parte de sus cuidadores son ingredientes clave para impulsar su bienestar actual y potencial.
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