Experiencias que hacen crecer
de la capital.
El proyecto era simplemente un grupo de voluntarios que realizábamos actividades con los niños hospitalizados en la tercera planta de aquel hospital (niños desde un año hasta ocho o diez). Sólo teníamos que entretenerlos el tiempo que estuvieran allí. Pero pronto me di cuenta que era más valioso de lo que parecía.
Niños con enfermedades normales, como una gastroenteritis, una gripe o una pequeña pulmonía permanecían allí durante días. Era una gozada estar con ellos. Los más agradecidos del mundo con cualquier tontería que les hagas. Desde pintar hasta juegos de construcción o solamente leerles un cuento. Siempre estaban preparados para hacer cosas contigo.Pero no todo son risas y alegría. He visto pasar una camilla delante de mi cara con un niño pequeño que acababa de morir a causa de la leucemia. He visto a voluntarios llorar desconsoladamente por haberse encariñado con ellos. Era aún más fácil arrancarles una sonrisa, una palabra amable. «No estéis siempre con el mismo niño», nos decían. Luego entendimos por que.
Una vez terminada la prestación, seguí siendo voluntario en Cruz Roja y me ofrecieron el puesto de coordinador (gratis, por supuesto) de dicho proyecto, el cual acepté gustosamente. Conseguimos realizar actividades más varias con nuevos materiales y nuevos voluntarios. Fue un tiempo realmente maravilloso. No sé si aún lo mantendrán.
Pero lo que siempre recordaré con gran orgullo son las sonrisas de aquellos niños enfermos, que se producían con un simple abrazo recibido.
Foto | sxc