El estrés en el deporte

El estrés en el deporte

Escrito por: María Fuentes Gimeno   @MariaFuentesGim    16 abril 2015    2 minutos

Paula, a quien conocí por ser mi compañera de colegio, era una niña alegre que disfrutaba de jugar al tenis. A los ocho años sus padres decidieron que ya había llegado el momento. Como al resto de sus hermanos, la metieron en clases de equitación. Su madre era una apasionada de los caballos, pero de pequeña nunca tuvo la oportunidad de montar y ya era demasiado grande, o así se veía ella, para empezar. Por eso animó a sus hijos a aprender y los inscribió, llegada la edad adecuada, en el mejor centro hípico de su ciudad.

Paula comenzó a ir a clases entusiasmada. Quizá, pensaba, podría ser tan buena montando como su hermano Luis, que presumía de tener un par de medallas colgadas del cabecero de su cama. Pero tras cinco clases, Paula se cayó por primera vez del caballo. No fue grave, ni siquiera le dolió, pero se asustó mucho con los gritos del profesor. A partir de ese momento empezó a sentir nauseas y dolor de estómago cada vez que se acercaba la hora de ir al picadero, pero no se atrevió a decirle nada a su familia. No podía fallarle a su madre de aquella manera.

Al cabo de unas semanas, sus padres se preocuparon. Paula había pasado de ser alegre a ser una niña huraña y con un extraño y persistente dolor de barriga. La llevaron a varios médicos hasta que al final, uno dio con la solución: debía abandonar la equitación y regresar a su amado tenis.

En muchas ocasiones, más de las que pensamos, las expectativas frustradas de los padres y la mala docencia de los entrenadores pueden ocasionar estrés en los niños a la hora de practicar un deporte. Evitar esto está en nuestras manos y es fácil, sólo hay que seguir unos consejos muy básicos publicados en En Familia por la Asociación Española de Pediatría. Son estos:

  1. Asegurarnos de que nuestros hijos practiquen el deporte con niños de su misma edad y talla.
  2. Tanto padres como entrenadores debemos mantener una actitud adecuada, potenciando la participación frente a la competitividad.
  3. La competición es sólo recomendable a partir de los seis años y se debe procurar que no sea una fuente de preocupación para los niños.

Y por último, pero no menos importante: asegurarnos de que el deporte al que están inscritos nuestros hijos es el que ellos quieren y no el que a nosotros nos hubiera gustado practicar.

Via | En Familia
Foto | Flikr-BrissMilian

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