El envejecimiento placentario
La placenta es el lugar donde vive y se desarrolla nuestro bebé durante los nueve meses que dura su gestación. De ella recibe todos los nutrientes necesarios, así como el oxígeno para que pueda vivir y crecer con toda normalidad. Pero su funcionamiento completo empieza a partir de la 12 semana de embarazo ya que, hasta entonces, el bebé es alimentado por otros medios: deglución directa de tejido o sangre por las células denominadas del trofoblasto.
Aunque la placenta tiene un poder de regeneración extraordinario, su vida está limitada a 42 semanas por eso es tan importante que las gestaciones llegadas a término no se prolonguen más allá del tiempo puesto que, a partir de entonces, la placenta empieza a envejecer y a no cumplir con sus funciones debidamente.
La placenta está formada por un grupo de vellosidades, denominada vellosidad corial, que son las responsables de llevar el oxígeno y el alimento al bebé durante el embarazo. Estas vellosidades pueden ser jóvenes o inmaduras, que son cortas y gruesas o maduras, que son largas y muy finas. Al inicio de la gestación existen tanto jóvenes como maduras ya que cada una cumple su función totalmente distinta, pero hacia el término de la gestación todas las vellosidades se convierten en maduras, perdiendo también la capacidad de regeneración. Una vez todas las vellosidades están maduras la placenta deja de funcionar correctamente por lo que el bebé recibe menos oxígeno y alimentación.
Algunas características específicas durante el embarazo, como las gestaciones múltiples o de madres mayores de 35 años, pueden causar un envejecimiento prematuro en la placenta. De igual modo hay que llevar una vigilancia especial para aquellas embarazadas que sufran de tensión alta o preeclampsia ya que suelen ser los motivos principales de esta anomalía.
Vía | Planeta Bebés