Enfadarse no es malo
Queremos que nuestros hijos aprendan a expresar sus sentimientos, a aceptarlos y en caso necesario, a superarlos. No obstante, cuando hacen algo que nos enfada, tratamos de ocultarles nuestro estado de ánimo para que no nos vean perder la pose de padres perfectos. ¿Ves la contradicción?
En el día a día todos, tú, yo y los niños, nos enfrentamos a situaciones que nos producen alegría, tristeza, risas, sorpresas y también, enfado. La ira es una emoción más, un estado de ánimo tan válido como los otros, que en sí no es malo. Malo es lo que hagamos con él.
El problema es que tenemos identificado el enfado con una serie de reacciones que dañan al prójimo. Por ejemplo: gritar, decir cosas hirientes, romper objetos y en algunos casos extremos, incluso pegar. Esto es lo que, lógicamente, no queremos que sufran nuestros hijos y hacemos esfuerzos inconmensurables para mantener la sonrisa y la paciencia al mandarles por séptima vez en una noche a la cama.
No exageremos. Ni una cosa, ni la otra. Si los niños nos ven sonriendo al insistirles que hagan algo, es lógico y normal que nos tomen por el pito del sereno. Si les gritamos constantemente por cualquier minucia, como compartía mi compañera Leticia en su post No perder la paciencia, también terminarán por no hacernos caso o por aprender a expresar la ira de una forma inadecuada. Entonces ¿qué hacer?
Lo primero, no tragarnos el enfado. Dependiendo de la edad que tenga el niño, le expresaremos de la forma más asertiva que podamos nuestro sentimiento. Es decir, le mostraremos que su comportamiento tiene unas consecuencias en nuestro estado de ánimo y las manifestaremos. Por ejemplo, borraremos la eterna sonrisa que la sociedad actual nos impone.
En general podremos expresar cualquier forma de enfado que no suponga una sobre reacción y no dañe a nuestro hijo. En caso de que la pérdida de paciencia sea absoluta, digámosle que estamos tan enfadados que necesitamos un rato para calmarnos y tomémoslo. No es malo que nuestro hijo sepa que sus acciones tienen unas consecuencias (si no se lo enseñamos nosotros, la vida lo hará de una forma mucho más dura) y también que sus padres no son el ejemplo perfecto de paciencia.
Los niños tienen sentimientos y aprenden a manifestarlos viéndonos a nosotros, por lo tanto, aceptemos que nosotros también los tenemos y necesitamos el espacio para expresarlos.
Foto | Flickr-Mario Antonio Pena
2 comentarios
TIENEN TANTA RAZON, YO TENGO UN PEQUEÑO DE CASI TRES AÑOS, Y LA VERDAD ES QUE CREO QUE ES LA ETAPA MAS DIFICIL, YA QUE APENAS ESTA DESARROLLANDO SUS SENTIMIENTOS Y POR ENDE LA FORMA DE CONTROLARLOS, UNO COMO ADULTO YA TENEMOS ALGUNOS AÑOS DE CONOCER COMO SE MANIFIESTAN LOS SENTIMIENTOS Y POR ESTO DEBERIAMOS APRENDER A CONTRARLOS.
RESPECTO AL ENFADO YO CREO QUE TODOS LO LLEGAMOS A TENER POR LO MENOS UNA VEZ AL DIA, PERO SIN ESTE LA VIDA DIARIA SERIA ABURRIDA YA QUE LA CONSECUENCIA DE ESTE SERA ALGUN APRENDIZAJE, Y POR QUE NO AL PASARSE EL ENFADO VIENE LA ALEGRIA Y EL SABER QUE ENFADARNOS SOLO UN RATO PERO SER FELICES DEBE SER TODA LA VIDA.
Lo malo es que a algunos niños les resulta muy desagradable que se enfaden con ellos por lo que, por agradar y evitar el enfado hacen lo que se les pida, más que porque es lo mejor o es lo que toca. Y otros en cambio adoran provocar enfados, se sienten poderosos y también experimentan. Eso es cuestión de verlo e ir regulando en cada caso la expresión y todo lo que rodee al niño.