Duelo infantil por la muerte repentina del padre o la madre
La muerte, como parte de la vida, implica que un ser humano se despide de muchas personas significativas a lo largo de su existencia. Algunos niños conocen a temprana edad la huella que produce este hecho. El impacto del duelo infantil está condicionado por variables como el nivel de cercanía personal con el fallecido y las circunstancias en las que se produce el último adiós. A veces, el suceso irrumpe de manera totalmente repentina. Es decir, no existe una conexión entre los días previos al hecho y el duelo posterior marcado por la pérdida.
Cuando se produce la muerte repentina de una persona con hijos pequeños, el impacto también es elevado en el entorno próximo. Y el acompañamiento social ayuda a llenar ese vacío que deja la ausencia. Sin embargo, uno de los momentos clave en la vida familiar es la vuelta a una rutina que ya no vuelve a ser la misma.
La rutina es clave en la superación del duelo infantil
La rutina tiene un componente terapéutico en un contexto de duelo porque aporta consuelo, seguridad, confianza y arraigo. Cuando los cimientos de la realidad conocida se tambalean de manera repentina, aquellos momentos y situaciones que resultan familiares son especialmente positivos.
El entorno familiar más cercano se convierte en un soporte vital para el niño que, a pesar de que ha perdido una figura tan importante en su vida, tiene otros referentes que se implican en su cuidado, educación, apoyo emocional… Dichos referentes no sustituyen ni reemplazan el hueco que ha dejado el ser querido ausente. Pero su amor aporta luz y calidez en un proceso complejo. Más allá del ámbito familiar, hay otras figuras de apoyo que tienen una influencia positiva en la superación del duelo infantil: los profesores y profesionales del centro educativo se convierten en otra gran familia. Conviene recordar que los efectos de la pérdida también pueden reflejarse a nivel educativo.
Afrontar el primer año tras la muerte repentina del padre o la madre
Existe un periodo que es especialmente complejo en relación con el duelo por la muerte repentina del padre o la madre durante la infancia del hijo: el primer año. Ese primer año representa una travesía por tantas fechas especiales que se viven de un modo diferente: vuelta al cole, Navidad, cumpleaños, vacaciones… Ese primer año representa un periodo intenso a nivel vital y emocional. Doce meses que enlazan con años posteriores que dan lugar a una nueva esperanza que es inherente a la propia vida.
Ante una muerte repentina, el impacto es intenso en la fase inicial. El entorno cercano puede ayudar al menor en la superación del duelo infantil. En una familia, cada persona realiza su propia transición a nivel interno. Pero es importante poner en común el proceso para compartir las dificultades, alimentar la resiliencia, asimilar lo ocurrido y descubrir nuevas alegrías.
La superación del duelo no tiene por qué convertirse en una experiencia solitaria. Actualmente, existen diferentes recursos, servicios, áreas de apoyo y profesionales especializados que conviene consultar para evitar que el duelo se estanque o se cronifique.
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