Disciplina y castigo: cuáles son sus principales diferencias
El castigo y la disciplina no son términos idénticos, aunque a veces se confundan en la práctica y se utilicen como si fuesen sinónimos. En Uno más en la Familia profundizamos en las diferencias a tener en cuenta.
1. El castigo se centra en el corto plazo, la disciplina mira al futuro
El castigo es una respuesta que se centra en lo inmediato. Existe una relación de causa y efecto entre la acción analizada y la medida adoptada. En definitiva, se utiliza como si fuese una consecuencia que no deja espacio a otra alternativa posible.
La disciplina se alimenta de forma consciente con decisiones, recursos y herramientas que se basan en una educación positiva y respetuosa. Cuando el castigo adquiere una presencia frecuente en la rutina familiar, refuerza el autoritarismo. Ten en cuenta que es un enfoque que suele despertar temor en el niño.
2. El castigo no es una herramienta que forme parte de la disciplina positiva
Existen distintos tipos de disciplina: la positiva es aquella que alimenta el bienestar integral en el niño. Produce un acompañamiento emocional y afectivo.
Por el contrario, el castigo, cuando se presenta como una respuesta habitual ante el incumplimiento de una norma, suele despertar sensaciones desagradables e incómodas. Este ingrediente forma parte de una disciplina negativa que tiene un componente punitivo.
3. La disciplina positiva alimenta la reflexión
El castigo enfatiza la ruptura con una norma. La disciplina positiva alimenta el cambio en el comportamiento por medio de la reflexión. El castigo, como hemos indicado antes, genera emociones desagradables e incómodas. Por ello, la interpretación de esa experiencia está condicionada por las sensaciones intensas que irrumpen en esa vivencia. El adulto que aplica la disciplina positiva, por el contrario, acoge, acompaña y cuida del niño desde un punto de vista afectivo. En definitiva, nutre su bienestar, su autoestima y su seguridad. El castigo adquiere el tono de un reproche o una crítica. Por el contrario, la disciplina positiva combina la firmeza con la amabilidad.
El castigo frecuente está integrado en la visión de un modo de vinculación que confunde la autoridad con el autoritarismo. La disciplina positiva, por el contrario, se presenta como una alternativa que inspira a muchas familias actualmente por medio de la aplicación de la inteligencia emocional. La interpretación de una situación analizada desde la respuesta del castigo recurrente parece centrarse, principalmente, en el análisis racional de un proceso. Es decir, prioriza la perspectiva lógica de aquello que se considera correcto. Pero en la lectura de la situación queda en un segundo plano la comprensión de las propias causas y variables que han influido en el proceso. Pues bien, la disciplina aborda un hecho desde una mirada más completa.
La disciplina positiva alimenta la reflexión en el niño, pero también en los padres. De hecho, ofrece el aprendizaje necesario para buscar otras alternativas que van más allá de una educación basada en el premio o el castigo. Este último pone el acento de forma principal en el pasado, es decir, en la causa que lo ha propiciado. La disciplina positiva, por el contrario, se alinea con la esperanza del presente y el futuro. El ayer ya no puede modificarse, el ahora y el mañana, por el contrario, ofrecen nuevas oportunidades para aprender de la experiencia.
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