La delicada piel del bebé: piel saludable, bebé feliz
Uno de los órganos más importantes de los bebés y el más extenso de todos es la piel. A través de ella reciben la mayor parte de los estímulos. Cada caricia, cada contacto reconfortante aumenta la confianza del niño en su nuevo entorno, el mundo exterior. Después del parto, el recién nacido pierde la protección natural del cuerpo de su mamá, y su piel es la única protección que tiene.
Eso sin olvidarnos de que ésta es hasta cinco veces más fina que la piel de los adultos. Ese es el principal motivo por el que hay que cuidarla y mimarla con mucho esmero. Y esa también es la causa por la que cualquier toque y roce que reciben lo sienten mucho más que cuando ese niño se hace mayor. Todo ello hace que la piel de los bebés tenga una relevancia impresionante en los recién nacidos y durante los primeros años de su vida. Ya os contamos cómo el contacto con la piel de su madre es, sin duda, una fuente inagotable de fortaleza y vitalidad.
Esa delicadeza y sensibilidad de la piel no le resta nada a la función que tiene que ejercer desde que el niño abandona el cuerpo de su madre. De hecho, pese a ello es el único órgano sensorial que está listo para desempeñar su labor inmediatamente después del parto. Los ojos y los oídos están formados completamente sin embargo no son capaces de ejercer por completo su función, necesitan un desarrollo. Tras el nacimiento el niño puede sentir frío y calor, suavidad y aspereza, caricias o golpes…
No en vano, los estímulos táctiles que un bebé recibe durante los primeros meses de su vida le marcarán durante el resto de ella mucho más que los auditivos o los visuales. Y mediante este mismo órgano, él mismo se irá descubriendo su propio cuerpo, dónde termina y dónde empieza el resto del entorno. Todo ello le servirá de punto de orientación en el espacio.
Foto | juliecampbell en Flickr
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