Cuando los niños tienen poco tiempo libre para jugar y disfrutar
El tiempo libre es muy necesario en la infancia. Sin embargo, actualmente surge una contradicción habitual que afecta a muchos niños: es posible observar la ausencia de un espacio que no está condicionado por el cumplimiento de objetivos y resultados. El estilo de vida y la propia dinámica del juego han evolucionado. Este tiende a ser más solitario e individualizado, puesto que se reducen las actividades al aire libre y los juegos en el parque.
El tiempo libre es esencial en la infancia (y también lo es en la etapa adulta). Sin embargo, el estilo de vida adulto, condicionado por una filosofía centrada en responsabilidades y compromisos, puede trasladarse a una rutina infantil que muestra una agenda perfectamente estructurada con horarios que se prolongan hasta el final del día.
Cuando la ocupación no deja espacio para la improvisación
Cuando eso sucede, puede surgir una visión negativa del tiempo libre, puesto que, desde esa perspectiva, parece que la felicidad se alinea con la ocupación continua. Por otra parte, el tiempo libre también puede alimentar el aburrimiento, en lugar de nutrir la creatividad, el ingenio y la espontaneidad. Claro que el niño disfruta de muchos momentos a lo largo de las actividades que lleva a cabo en la jornada. De hecho, las actividades educativas y culturales también son muy importantes para potenciar su desarrollo y su bienestar.
Pero cuando las ocupaciones reducen al mínimo el tiempo libre, surgen importantes renuncias. Por ejemplo, padres e hijos juegan con poca frecuencia. La visión del tiempo parece que siempre está condicionada por plazos que son excesivamente rígidos. El niño necesita una rutina y el tiempo libre también debe formar parte de ese espacio (no solo en sábado o domingo).
Cuando los niños tienen poco tiempo libre para jugar y disfrutar experimentan una consecuencia directa: ese tiempo se reduce cada vez más de forma gradual conforme llega un nuevo curso escolar que plantea un mayor nivel de dificultad.
Se limita la capacidad de descubrimiento y conexión con la realidad
El tiempo libre promueve la observación del entorno y la interacción con la realidad en un contexto que no está perfectamente estructurado y organizado. Del mismo modo, el niño también puede experimentar el contacto con emociones y sensaciones nuevas. Por ejemplo, a veces surge el aburrimiento y, en ocasiones, genera cierta dosis de incomodidad. Esa incomodidad no es negativa, pero se percibe como tal cuando el tiempo libre es escaso. En ese caso, no existe la posibilidad de experimentar la realidad desde esa perspectiva con la frecuencia deseada.
El día parece estar perfectamente organizado de principio a fin por medio de horarios, objetivos y tareas que describen la dirección a seguir. El tiempo libre, por su parte, es una necesidad porque el juego es un medio que refuerza el bienestar infantil, pero también es un fin en sí mismo. Es decir, tiene un sentido valioso en el periodo de crecimiento. En definitiva, cuando los niños tienen poco tiempo libre para jugar experimentan un límite y una carencia.
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