Cómo realizar cambios positivos en la educación de los hijos
El cambio puede materializarse con distintos grados de intensidad. En ocasiones, procede de una causa externa. En otros, adquiere forma a partir de una decisión planificada.
En definitiva, es una estrategia que se alinea con un liderazgo consciente adoptado por los progenitores. Pero existen diferentes maneras de abordar el cambio. Con frecuencia, se pospone. En otros casos, se relativiza su importancia. En El Blog Infantil compartimos seis consejos para llevar a cabo esta transformación.
1. Educar desde el presente
El proyecto educativo no es rígido. Es importante diseñar un guion flexible para ampliarlo y actualizarlo cuando sea necesario. La semilla del cambio produce frutos relevantes a corto, medio o largo plazo. Y las decisiones conscientes se alinean con el estado deseado.
2. Añadir novedades de forma gradual
Existen procesos bruscos que marcan un repentino punto de inflexión en la rutina. ¿Cómo facilitar el proceso de adaptación ante los cambios adoptados? Las medidas más sencillas pueden generar una transformación relevante. Empieza por definir un propósito alcanzable y realista.
3. Desarrolla tu creatividad para ir más allá de la inercia de la rutina
La inercia está muy arraigada en la vida familiar. Hace referencia a la aparente seguridad que produce la observación de la realidad cuando se analiza desde el filtro de la costumbre. Pero la inercia no es positiva a largo plazo porque la familia cambia y evoluciona de forma integral (así como padres e hijos crecen a nivel personal). Por tanto, una medida adoptada en el pasado puede quedar desactualizada en el presente.
4. Enfócate en un área de mejora
Los cambios no tienen por qué tener una perspectiva general. De hecho, conviene dar una dirección adecuada a las medidas implementadas. ¿En qué ámbito te gustaría contextualizar el cambio? Por ejemplo, es recomendable que profundices en un área de mejora.
5. Trascender al punto de vista individual
Es recomendable que las familias colaboren en equipo con el propio centro educativo en el que los niños cursan los estudios. También pueden ampliar su formación con la asistencia a talleres, cursos, seminarios y presentaciones de libros sobre crianza o inteligencia emocional. Por otra parte, es recomendable analizar una situación sin establecer comparaciones constantes con otros casos similares. Realiza un diagnóstico de necesidades contextualizado en el ámbito familiar. Además, contempla otras alternativas y soluciones.
6. Reforzar la importancia de la inteligencia emocional
Emociones y sentimientos forman parte de distintas vivencias. La educación desde la inteligencia emocional es clave para no tratar una emoción desagradable como negativa. Por ejemplo, es aconsejable incrementar las caricias positivas que transmiten apoyo, compañía, afecto y reconocimiento. La educación desde la inteligencia emocional también es clave para potenciar la asertividad, la resolución de conflictos, la autoestima y el bienestar en la vida familiar.
Por tanto, los cambios positivos son aquellos que tienen la forma de objetivos que repercuten favorablemente en el desarrollo integral de los niños. Por ello, se organizan por medio de un plan de acción realista. En consecuencia, es posible hacer un seguimiento de los logros alcanzados para seguir aplicando las modificaciones deseadas.
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