¿Cómo reaccionar ante las convulsiones provocadas por la fiebre?
Las convulsiones febriles, provocadas por la fiebre alta, son las más frecuentes entre la infancia, pues afectan a un 4 por ciento de los niños entre los seis meses y los cuatro años, alcanzando los vértices más pronunciados durante los dos años. Son propensos a sufrirlas los hijos de padres que también las sufrieron siendo niños (por consiguiente, si uno de los progenitores la ha padecido, no olviden comentárselo a su pediatra).
En la mayoría de los casos, no se producen nuevos episodios (recidivas), después de la primera crisis, sin embargo, en un 40 por ciento de los casos, son posibles, incluso a varios meses de distancia, pero siempre en presencia de fiebre. Normalmente, las convulsiones febriles desaparecen cuando el niño cumple 5 o 6 años.
Se deben a una sensibilidad especial que el sistema nervioso tiene para la fiebre. La mayoría de los niños presenta un dintel convulsivo (es decir, una temperatura mínima a partir de la cual aparecen las convulsiones) de 41-42ºC, lo cual les impide tenerlas, pero hay algunos que presentan un dintel más bajo (de sólo 40ºC o incluso menos) y estos sí las padecen. Aunque asustan muchos, no suelen provocar daños ni constituyen un síntoma de epilepsia.
¿Cómo se manifiestan las convulsiones febriles?
El niño pierde el conocimiento y se pone rígido, o se abandona, o bien sacude las extremidades, y puede tener los ojos abiertos de par en par o los pone en blanco.
La crisis puede durar algunos minutos y al finalizar el niño cae en un sueño profundo que señala la vuelta a la normalidad.
¿Qué debe hacerse?
Cuando se trata de una primera convulsión:
Procurar rebajarle la fiebre cuanto antes:
- Quitarle toda la ropa posible.
- Aplicarle una bolsa de hielo o paños mojados en agua fría o en la frente y el cuello.
- Pasarle una esponja empapada en agua templada por todo el cuerpo.
- Cuando la convulsión cese y el niño esté bien despierto, darle un fármaco antitérmico y administrarle líquidos.
Facilitarle la respiración:
- Ponerle boca abajo o de lado.
- Si tiene algo en la boca, sacárselo con el dedo.
- Si vomita, limpiarle la boca.
- Si respira de una forma ruidosa, empujar hacia delante la mandíbula y la barbilla, apretujando con dos dedos por detrás del ángulo de la mandíbula para evitar que la lengua se le doble hacia atrás.
Llevarle de inmediato a un centro de urgencias (procurando que conduzca una tercera persona) si:
- La convulsión dura más de diez minutos.
- En todos los demás casos, una vez la convulsión haya terminado.
Durante el traslado, la temperatura se debe mantener baja poniéndole poca ropa y refrescándole en caso de ser posible.
Para prevenir una recidiva en el niño que ya ha sufrido una primera convulsión febril:
La temperatura debe mantenerse baja
Un niño que sufre convulsiones febriles está sano y debe llevar una vida normal. No se le ha de proteger excesivamente, y sólo hay que preocuparse por saber lo que debe hacerse cuando tiene fiebre o cuando sufre una nueva convulsión.
Se le ha de rebajar la fiebre inmediatamente, incluso cuando sólo tiene una temperatura superior a los 37,5ºC si se toma en la axila y a 38ºC si se toma por vía rectal.
- Desnudar al niño, pasarle una esponja mojada por todo el cuerpo, ponerle una bolsa de hielo o paños mojados en la frente.
- Administrarle un fármaco antitérmico.
Si se produce una nueva convulsión:
- No perder la calma.
- Administrarle de inmediato el medicamento que el pediatra debe haber prescrito, así como la manera de administrarlo.
- Repetir la dosis si lo expulsa o la crisis no pasa al cabo de 2 o 3 minutos.
- Llevar al niño a un centro de urgencias (de ser posible, en compañía de una tercera persona) si la crisis no pasa antes de haber transcurrido diez minutos.
Bajo ningún concepto:
- Sacudir al niño.
- Intentar dominarle o detener las convulsiones.
- Intentar reanimarle si deja de respirar momentáneamente, pero si se debe procurar facilitarle la respiración.
- Introducir algo en la boca del niño, porque se le podría herir, romper un diente o hacerle vomitar.
- Taparle, ni siquiera mientras se la lleva al centro de urgencias, porque no se lograría otra cosa que prolongar la crisis.
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