Comer, jugar o ambas cosas a la vez

Comer, jugar o ambas cosas a la vez

Escrito por: Sacra    22 abril 2009    2 minutos

A partir del primer año de nuestro pequeño la hora de la comida empieza a complicarse. Entre los 12 y 18 meses empiezan a comer peor, es decir, ya no necesitan alimentarse tan a menudo puesto que su ritmo de crecimiento se ralentiza y han ganado independencia y autonomía que les permite todo un mundo por descubrir. Es por esto que prefieren estar jugando o recorriendo la casa, al aburrido momento de sentarse, relajados, para comer.

Algunos expertos dicen que el momento de la comida es exclusivo para comer y no hay que recurrir a ninguna actividad extra que distraiga esa necesaria tarea. Pero vamos a ser realistas, todos hemos tenido que acudir a mil y una artimañas para convertir ese instante, a veces desesperado, en un rato que oscila entre lo lúdico y nutricional. Por eso, hoy os vamos a dar unos pequeños consejos que os pueden ayudar para hacer el momento de la comida más agradable. Amenizaremos ese momento sin distraerles del todo del verdadero objetivo que es el de alimentarse.

Enséñale el nombre de los alimentos que hay en el plato, eso les hará centrar su atención y crearles cierta confianza a la hora de ir conociendo nuevas palabras que relacionan con imágenes, sabores y texturas.

Deja que coja los alimentos con las manos mientras tú le das con la cuchara. El momento de la comida es un momento de investigación y descubrimiento de nuevas texturas, colores y formas.

Preséntale los ingredientes con formas divertidas. Una pizza formando una cara, unas frutas que asemejan animales o un paisaje de brócoli y zanahoria, pueden ser buenas propuestas para centrar su interés en el momento de la comida.

Comprarle una vajilla divertida o unos cubiertos que parezcan juguetes, también es una buena alternativa.

Importante: no utilizar el chupete para ‘ayudarle’ a tragar. Aunque así parezca que se cumple el objetivo lo cierto es que es mucho más lo que se retrasa. Con este método fácil impedimos que el niño se habitúe a la masticación, además de causarle gases y, sobre todo, fomentarle una dependencia innecesaria.

Vía | Crecer Feliz

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