Choque cultural inverso: qué es y cómo afecta a familias con niños
Cuando una familia emprende un viaje para iniciar una nueva vida en un destino lejos de casa experimenta un choque cultural que pone el foco en el cambio de costumbres, tradiciones, el clima y, en ocasiones, en el idioma empleado. Sin embargo, conviene indicar que el choque cultural también puede estar muy presente en familias con niños que, tras haber pasado un periodo largo en un destino extranjero, regresan de nuevo a su lugar de origen. En ese caso, el viaje de regreso está acompañado por la expectativa del reencuentro con la familia, los lugares de siempre y las costumbres habituales.
Pues bien, los protagonistas han experimentado una transformación durante ese periodo. Han ampliado su zona de confort, su aprendizaje y su resiliencia. En consecuencia, ya no se encuentran en el mismo punto en el que estaban en el momento en el que emprendieron la marcha por primera vez. A su vez, el tiempo en la distancia también ha modificado los vínculos con los familiares y amigos que siguen residiendo en el lugar de origen. Por ello, el regreso supone un proceso de adaptación para todos los implicados en el proceso.
Más allá de la idealización del regreso a casa: todo ha cambiado
Así lo explica el choque cultural inverso que pueden vivir personas de diferentes edades en este contexto. Es decir, las familias con niños que vuelven de nuevo a su lugar de origen, tas haber vivido un periodo en el extranjero, encuentran nuevas condiciones que pueden ser todavía más notables en función del tiempo transcurrido entre la marcha y la vuelta a casa.
Además, aunque la familia haya viajado con regularidad a su lugar de origen en vacaciones cada año, la percepción de un lugar cambia cuando se disfruta desde esta perspectiva. El choque cultural inverso se manifiesta con más claridad en la rutina del día a día.
Proceso de adaptación en el trabajo y en el colegio
Si el primer viaje supone la despedida con los familiares y amigos que forman parte del círculo social más cercano, el regreso al hogar también marca una distancia con aquellas relaciones que se han construido durante el tiempo de estancia en el lugar. Por ello, la alegría del reencuentro también es compatible con la nostalgia de aquello que queda atrás.
El proceso de adaptación al cambio puede experimentarse en diferentes ámbitos, más allá del social o afectivo. Por ejemplo, padres y madres pueden experimentar este choque en el plano laboral, mientras que los niños viven su propia adaptación a nivel académico. La familia que vuelve a casa no se reencuentra con la imagen idéntica de aquello que quedó en el pasado y que tanto ha añorado en la ausencia. Vuelve con una mochila que está cargada de nuevas experiencias, lecciones de vida y emociones intensas. Puede poner en perspectiva su nueva realidad desde una óptica más amplia que aquella que tenía cuando no había integrado la experiencia del viaje en su dimensión más vivencial.
Por tanto, cada persona vive su propio camino hasta sentirse nuevamente como en casa.
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