Un cachete a tiempo
En España un cachete a tiempo o a destiempo se considera un delito. El artículo 154 del Código Civil, obliga a reprender a los menores “con respeto a su integridad física y psicológica». Un azote, una torta o un zapatillazo en el culete puede llevar al padre a ser considerado un agresor y a ingresar en prisión.
A pesar de lo que diga la Ley, un 63 por ciento de los padres consideran que un cachete en el momento justo y con la intensidad adecuada, puede ser beneficioso para los niños. El juez Emilio Caltayud está de acuerdo con esta premisa: “En Derecho ya tenemos los mecanismos suficientes para saber si estamos ante padres maltratadores o padres preocupados por la educación de sus hijos sin necesidad de prohibir el bofetón por ley».
El psicologo y doctor en Ciencias de la Educación de la Universidad de Navarra, Gerardo Aguado considera que “en general, un bofetón padre-hijo no deja traumas. El trauma sólo ocurre en casos donde hay otros factores de mala relación. De hecho, para un niño resulta más impactante la cara de enfado que pone el padre, que el bofetón en sí. Pero, si un padre quiere a su hijo, darle o no un bofetón no es tan importante”.
Javier Urra, conocido ex Defensor del Menor y psicólogo especializado en infancia y juventud cree que una bofetada le dice al niño lo que no debe hacer pero no le enseña lo que sí debe. Se pregunta cuando una bofetada es realmente a tiempo y defiende la amonestación con castigo como método más eficaz.
Aunque está prohibido, si se recurre a él, tendrían que seguirse unas pautas para que fuera realmente pedagógico:
- Aplicarlo cuando se está tranquilo y no como consecuencia de un enfado que no tiene que ver con el niño.
- No usarlo habitualmente ni como la única forma de conseguir que el niño haga algo.
- No dárselo a un niño delante de sus amigos.
El juez Calatayud opina que debe darse en el momento justo, con la intensidad adecuada y en caso de duda, no darlo. Urra opina que no debe usarse para enseñar a no pegar porque es una contradicción y pide que nos planteemos si es pedagógico para el niño o para el padre, en caso de que sea para el padre, no debería darse.
El tema no es fácil. La mayoría de los padres que conozco se horrorizan sólo con pensar en darle un azote a su niño y no conozco a ninguno que reconozca hacerlo. Yo de momento no he necesitado utilizarlo, y no me gustaría nada recurrir a ello. Sin embargo creo que es muy fácil hablar y que ante una situación en la que, por ejemplo, el niño pueda correr peligro, un azote puede ser más pedagógico que una charla o un castigo. Ojalá nuestros niños no nos pusieran nunca en semejante tesitura.
Fuente | Magazine
Foto | The weekly giggle