Prácticamente todos los niños toman biberón en algún momento. Su preparación no tiene ningún misterio, pero conviene tener en cuenta algunos aspectos:
Lo primero de todo, el biberón tiene que estar esterilizado. Se lava con agua corriente y jabón, ayudándote de un limpia-biberones y después se esteriliza.
Hay que respetar las cantidades que te indique el pediatra o en cualquier caso las del fabricante. Todos los envases de leche, papilla o infusiones de bebé indican la dosis recomendada según el peso o la edad del niño, así como la cantidad de agua que has de añadir.
Los cacitos hay que rasarlos. Si pones menos cantidad, puede que tu niño no se esté alimentando correctamente, y si es en exceso podría provocarle una deshidratación.
Al principio sobre todo, el agua debe ser hervida o mineral baja en sales. En las etiquetas de agua mineral indica si es apta para consumo infantil.
Es muy importante que compruebes la temperatura del líquido antes de dárle el biberón al bebé. El mejor modo es echando una gota sobre la cara interna de tu muñeca, tendrás que notar que la leche está a la temperatura de tu cuerpo o un poco más fresca. Si está demasiado caliente puede provocar quemaduras al bebé.
Leí en una ocasión que el biberón no debe agitarse, sino removerse, con una varilla o similar, para evitar que las burbujas provoquen gases al bebé. No se si tiene base científica, pero conozco varias personas y yo misma, que lo hemos hecho y nuestros bebés no han tenido problemas de gases.
Así que ya sabes, el bibe como James Bond, removido, no agitado.
Consejos Lactancia Nutrición #biberon